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Después de dejarme entrever un rayo de su felicidad, calló y su boca cerrose como una tumba. ¿Es usted feliz? le dije al fin. En este momento respondió. Sentí de nuevo impulsos de arrojarle al mar. Lord Gray exclamé súbitamente ¿vamos a nadar? ¡Oh! ¿Qué es eso? ¿Usted también? ¡, arrojémonos al agua! Me pasa a algo de lo que a usted pasaba antes. Se me ha antojado nadar.

Se le había antojado dar un paseo hasta Bellavista; pero al pasar por delante de la carreterita que conducía a la Granja se acordó de las dichosas rosas, y dio orden al cochero de que siguiese por ella. No había visto nunca la posesión. Aquella frondosidad, aquel verde tan intenso la entusiasmaban. En su país la vegetación era más pálida.

Quiso partir el mismo día; pero los ruegos de su madre y de su abuelo le obligaron á aguardar dos más. El joven estudiante sabía, por las tradiciones de la familia, que su tío era hombre muy sabio, y se le había antojado que había de ser un gran liberal. No comprendía que un hombre muy sabio dejara de ser muy amante de la libertad.

Sin pecado concebida. ¿Qué se ofrece, hermanitas? Que vaya usted donde el reverendo padre guardián y le diga que esta niña, como a la vista está, se encuentra abultadita, que se le ha antojado pasear el convento, y que nosotras venimos acompañándola por si le sucede un trabajo. ¡Pero tantas!... murmuraba el lego entre dientes.

Miento, que no concluye aún la fiesta: que a don Juan Manuel Rosas se le ha antojado llamar a sus enemigos presentes y futuros salvajes, inmundos unitarios, y uno nacerá salvaje estereotipado allí dentro de veinte años, como son federales hoy todos los que llevan la carátula que él les ha puesto. ¡Cómo se reirá en sus adentros ese miserable de la imbecilidad de los pueblos!

En un momento en que me hallé a solas con mi tío, antes de recogerme aquella noche, le hablé del suceso. De pronto me pareció algo picado de la curiosidad; pero enseguida cambió de aspecto, se encogió de hombros y me dijo: Está mema la infeliz. Cosas de ella. Siempre es por ese arte. También se me había antojado que Chisco miraba a Tona con muy buenos ojos.

Nada, hija, nada: todo se reduce a una especie de recuento de cosas y de planes que yo pensaba hacerte dentro de unos días, y se me ha antojado hacértele ahora mismo, desde que he notado que no necesitas el aprendizaje ni de esos pocos días siquiera para desempeñar en regla tu nuevo papelito de señorita formal... Y ahí tienes la razón de los treinta y tantos piropos que te llevo echados en un periquete... Esperaba verte con cierta inseguridad al principio... ¿eh? con cierto encogimiento, y hasta... En fin, al asunto, ¡qué canástoles! que todavía, por el empeño de huir del perejil, se me va a plagar de ello la frente.

Entretanto, Agapo no se mueve de este sitio, hasta que la señora de mantón, que a él se le ha antojado ser doña Casilda Vargas, salga de enfrente y pueda confirmarlo o no... Pues, hijo, salió y era, sin sombra de duda... Te diré a qué hora ocurrió el extraordinario suceso: a las cinco, , de cuatro y media a cinco... ¡ah! un detalle: la señora salió muy agitada, y se estuvo un segundo en la orilla de la acera pensativa, y cuando se decidió a marcharse, hizo ademán de secar los ojos o de pasar la mano por la frente, con disgusto o despecho, digo yo... ¿a que se han tirado de los pelos? claro, era de presumir.

La circunstancia de habérsele antojado á Velázquez tomar un establecimiento de bebidas, y, mejor que esto aún, su arrogante tranquilidad, la ausencia completa de celos que mostraba, dejábale expedito el camino para menudear las visitas. Hay más, el tabernero le acogía con mayor afecto y cortesía que nunca y le había presentado en la reunión que todas las noches se formaba en uno de los cuartos.

Forzoso es creer que nuestro embajador de entonces variaba de domicilio, frecuentemente, o bien que por no alterar mi cochero las costumbres de su coche se le había antojado hacerme visitar, que quieras que no, la ciudad y sus inmediaciones. Lo cierto es que pasamos toda la mañana recorriendo Munich en todos los sentidos, en busca de aquella fantástica Embajada.