United States or South Sudan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Don Oscar, figurándose que tal calor dependía del mal estado en que me hallaba, dirigiome una mirada de compasión, que me avergonzó. Nos despedimos cordialmente. Al trasponer la puerta volvió a llamar con recia voz a D.ª Tula, que se presentó con la misma sonrisa dulzona, y me extendió la mano, dejándola suelta para que yo la estrechase.

La de Astorgüela, sentada en una gran butaca, vestida con severa sencillez y expresándose siempre con dulzona amabilidad, recordaba algo las figuras de aquellas mujeres influyentes en la política francesa del siglo XVII de quienes cuentan raras cosas las crónicas: diríase la querida de un cardenal recibiendo a un clérigo provinciano.

Por las puertas abiertas llegaban hasta la plaza los gemidos de los instrumentos, las voces de los cantores, una melodía dulzona y voluptuosa acompañada de las bocanadas de perfume de las flores y el olor de la cera. Fumaron cigarro tras cigarro los toreros y aficionados que se agrupaban fuera del templo.

En su declamación dulzona las había abarcado a todas, jóvenes y viejas, alcanzando sus elogios hasta a las sotanas que figuraban entre ellas, lo que le dio motivo para ensalzar la religión, representada allí por sacerdotes de todo el latinismo.

Después pidió a Luz que le besara a él; y Luz, buscando lo más despejado de barbas en la mejilla más cercana a su boca, besó allí una, dos y hasta tres veces, y hasta mil hubiera besado sin satisfacer todavía el deseo del cortesano Guzmán, que más que de ello tenía entonces, por su cara dulzona y zarandeando la niña en el aire, de padrazo ramplón del vulgo pedestre.

Me sacó de mi contemplación admirativa Joaquinita, que me invitó de nuevo e sentarme a su lado en la mecedora. «Ya tenemos otro cuarto de hora para hablar», me dijo. En esta segunda conferencia me pareció la segundogénita de Anguita un poquito pesada y dulzona. Se enteró de mi patria y familia, y me hizo que le narrase algunos pormenores de mi existencia.

Una música suave, ligera, como la vibración de un vaso de cristal frágil y delgado, se esparció por la terraza. Freya siguió su ritmo con un leve movimiento de cabeza. Conocía esta música dulzona, la Serenata de Toselli, lamento de pasión que removía el alma de las viajeras en los halls de los grandes hoteles.

Torquemada había sido alabardero en su mocedad, y conservando el bigote y perilla, que eran ya entrecanos, tenía un no qué de eclesiástico, debido sin duda a la mansedumbre afectada y dulzona, y a un cierto subir y bajar de párpados con que adulteraba su grosería innata. La cabeza se le inclinaba siempre al lado derecho.

Al contrario, se desconfía de la amabilidad excesiva y, sobre todo, de la sonrisa dulzona; se le buscan a cada hombre los pliegues y repliegues del alma con el mismo cuidado y atención con que un disecador va palpando y poniendo a la vista con el bisturí todas las fibras de la máquina corporal.

En estos casos ya se clareaba Chisco un poco más, y le notaba yo el gozo con que saboreaba los «atragantos» de su rival, y hasta me pagaba el favor en una mirada dulzona, con su poco de guiñada. Y eso que estaba yo convencido de que llevaba la carga de sus amores con la misma acompasada parsimonia que las llevaba todas y me acompañaba a por los vericuetos y hondonadas de los montes.