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»He jurado a Teobaldo me dijo, no hablar a usted de mi amor y sostendré este juramento. Pero había ofrecido también velar por usted, protegerla, dedicarle mi vida entera, y cumplo esta promesa. Soy un amigo... un hermano... que nada pide para , sólo desea ver a usted... porque vivir sin verla me es imposible, lo he ensayado y no tengo el suficiente valor para privarme de ello; preferiría morir.

El príncipe sintió halagada su vanidad, lo mismo que cuando un artista célebre le saludaba desde la escena y seguía cantando con la mirada puesta en él, para dedicarle sus gorgoritos; lo mismo que cuando, de joven, un matador de toros le dirigía un gesto amistoso antes de dar la estocada final. Alicia parecía brindarle su gloria. Pero inmediatamente volvió á recogerse en su ensimismamiento.

Victoriano Sardou nació en 1831, y sus primeros años se deslizaron bajo el bello cielo provenzal. Ya en París, sus padres quisieron dedicarle al profesorado; pero él empezó á estudiar medicina, atraído, más que por una verdadera curiosidad científica, por el aspecto trágico de las salas de disección. Bien pronto las exigencias de la vida le obligaron á abandonar los estudios.

He dicho que convenia observar el talento particular de cada niño para dedicarle á la carrera que mejor se le adapta: y que seria bueno observar lo que dice ó hace cuando se encuentra con ciertos objetos.

Y no es porque haya nacido de las hierbas del campo, pues a un buen solar de tierra de Salamanca pertenece su familia; sólo que como no es primogénito..., su padre se empeñó en dedicarle a la Iglesia y el pobre chico no tenía afición de misacantano...

Desechose por unanimidad la idea de dedicarle al oficio de su padre. Pensaron en otros varios, sin lograr ponerse de acuerdo, hasta que D.ª Trinidad, la esposa de D. Remigio Flórez, fabricante de conservas alimenticias, propuso llevarle de criado recadista a su casa.

Tuve que prometer dedicarle unos, y ella me aseguró noblemente que los guardaría siempre al lado de los inmortales de Pepe Ruiz. La verdad es que me caía muy en gracia aquella chiquilla, con su entonación protectora y su modo de hablar breve e imperioso. Parecía cansada de la vida y muy experimentada en todos sus casos y circunstancias.