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3 Quitaste toda tu saña; te volviste de la ira de tu furor. 5 ¿Estarás enojado contra nosotros para siempre? ¿Extenderás tu ira de generación en generación? 6 ¿No volverás a darnos vida, y tu pueblo se alegrará en ti? 7 Muéstranos, oh SE

Y , rendida al ruego, y al instinto que en el hombre engendró quien le ha creado, beso por beso, loca me volviste, buscando, al esconderte entre mis brazos, oprimiéndome á un tiempo con los tuyos, tu cabeza en mi pecho sepultando, camino de llegar hasta mi alma para buscar en ella tu retrato, ó el fuego de la llama abrasadora del amor y el placer ¡crímenes santos!

LA SIRVIENTA. Es lo de siempre... El general, que está colgado del teléfono... Pregunta por cuarta vez si volviste a casa... El pobrecito pierde la paciencia. ¿Qué se contesta...? LEONIE. ¡Que ya voy...! ¡Maldito rufián...! LA SIRVIENTA. ¿Se marchó tu ahijado...? ¿Y sin tomar nada...? LEONIE. ¡No! ¡Figúrate...! ¡Es una aventura extraordinaria! ¿Conoces la historia de Thais?

No obstante, Amaury sufría, y como su pesar te atormentaba a ti, no pudiste menos de consolarle con todo tu poder, transformándote, aunque de lejos, en hermana de la caridad de su enfermo espíritu. Después volviste a verle, y entonces fue más dolorosa y terrible que nunca la lucha que hubo de sostener tu alma.

22 sino que volviste, y comiste del pan y bebiste del agua en el lugar donde el SE

Francamente, chica, no cómo me miras. Mi destino, hijo, mi destino. Y no me pesa, porque yo tengo acá mi idea, ¿sabes? Santa Cruz no pensó en rogarle que explicara su idea. La suya era esta: «¡Pero qué hermosa estás! ¿Has hecho alguna picardía en el tiempo que ha pasado sin que nos veamos?». Quiero decir: después que volviste con tu marido, ¿no has tenido por ahí algún devaneo...?

Luego volviste a verme, creíste otra cosa, me deseaste de nuevo, y aquí estás. ¡Por Dios te pido que no me vuelvas loco! ¡Habla claro! Que tu Cristeta es la misma de siempre, la de antes, tuya, nada más que tuya, y que te ha engañado para no perderte. Pero ¿y tu marido, tu hijo, tu modo de vivir, el coche, el lujo? Todo mentira. ¿Has hecho una comedia? No me culpes.

Secundado tu movimiento por otras cien ciudades, intentaste por segunda vez sacudir el yugo de esos feroces africanos: lo sacudiste y volviste á caer en él apenas se presentaron frente tus muros las tropas aliadas de Ben-Ganya y el emperador Alfonso.

Precisamente la voz de esta amiga era la única que llegó hasta ti durante el destierro, y como las palabras que decía eran dulces y seductoras, te dejaste arrastrar por tus secretas esperanzas; volviste a París, a ese mundo con el cual creías hace nueve meses haber roto para siempre.

Ayer, las blancas arenas Deste arroyuelo volviste Perlas, cuando en él pusiste Tus pies, tus dos azucenas; Y porque verlos apenas Pude, porque nunca pára, Le dije al sol de tu cara, Con que tanta luz le das, Que mirase el agua más Porque se viese más clara.