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Al despedirse de Cirilo le dijo Elena: Hazme el favor de pagar a los criados y cerrar la casa. ¿Cerrar la casa? exclamó aquél. replicó Elena rompiendo a llorar . Yo no volveré ya más, suceda lo que suceda. Y se apresuró a montar en el coche. En el trayecto a la estación Visita la besaba cariñosamente y le decía al oído: ¡Ánimo, Elena! El corazón me dice que volverás a ser feliz.

¡Juan! ¡Juan! ¡por Dios! no me obligues á lo que yo no quiero hacer. ¿Pero á ti qué te importa? Toda la culpa caerá sobre tu marido. ¡Y si le ahorcaran inocente!... ¡no y no! Pues bien, no me volverás á ver. No, tampoco. ¿En qué quedamos, pues? ¿no te digo que estoy haciendo falta en Nápoles? Echad abajo la ventana con vuestras fuerzas de toro, hermano dijo rápidamente Quevedo al oído del bufón.

Todos escucharon en silencio y embargados por la emoción, el breve relato que de sus desgracias les hizo. Santiago se golpeaba la cabeza: su esposa lloraba: los chicos atónitos le decían estrechándole la mano: ¿No volverás a tener hambre ni salir a la calle sin paraguas, verdad tiíto?... yo no quiero, Manolita no quiere tampoco... ni papá, ni mamá.

Durante un mes pude sufrir la lucha entablada entre mi razón y mis celos; pero llegó un día en que me estremecí. Amparo nada me dijo cuando la anuncié este viaje, más que las siguientes palabras: Espero que volverás pronto. Aquella noche salí de Madrid en una silla de postas. Mi resolución era, no volver a ver más a Amparo.

No la leeré replicó Jacques rechazando la mano de Calvat que le tendía la carta . ¡Sal de aquí al instante, y te prohibo que vuelvas jamás a poner los pies en mi casa! Ya me volverás a llamar, y como no soy rencoroso, volveré a tu primera palabra. Esa carta es de Pierrepont dirigida a tu mujer. Ahí te la dejo. La arrojó sobre la mesa y salió del taller.

; ya no estás, ya no estamos allí dijo él, acercándose más. No volveré, no me llevarán. ¿No es verdad? no volverás tampoco. ¡Qué he de volver! Si aquella casa ha sido más terrible para mi que el infierno mismo. La detesto, y detesto á los que la habitan. Allí he padecido en una sola noche más que en toda mi vida. Ya no vuelvo, no.

Jacinta trincó a su marido por el brazo y le llevó un poquito aparte: «Y qué, nene, ¿hay barricadas?». No, hija, no hay nada. Tranquilízate. ¿No volverás a salir esta noche?... Mira que me asustaré mucho si sales. Pues no saldré... ¿Qué... qué buscas? Jacinta, riendo, deslizaba su mano por el forro de la levita, buscando el bolsillo del pecho.

Pero este diablo que aborreces, cuando está enamorado es más blando que un cordero y sabe hacer caricias como los ángeles... ¡Ya verás, ya verás!... La sangre que corre debajo de esta corteza de carbón es encarnada como la de ese palurdo de la Braña y es más caliente... ¡Ya verás, ya verás!... Nadie nos oye, nadie nos ve... Al fin saldrás de aquí, te lavarás... y como si no hubiera pasado nada... Plutón se quedará en el infierno y volverás al cielo... ¡Ven á mis brazos, terrón de azúcar! ¡ven, pedazo de gloria!...

Aunque tu no me veas pasar por tu lado, tus ojos me reconoceran como un objeto que no debe estar lejos, y que estaba cerca de ti habia muy poco. Cuando en este terror secreto volveras la cabeza, quedaras sorprendido de no verme con tu sombra sobre la tierra, y estaras obligado a disimular el poder cuyos efectos esperimentaras.

Tragomer apoyó la mano en el hombro de su amigo. Tienes dos meses delante de ti para entrar de nuevo en posesión de ti mismo. Nuestro viaje va á ser por eso convenientísimo. Poco á poco volverás á tus costumbres de dignidad y cuando llegues á Europa serás el Jacobo de otro tiempo. Por la frente de Freneuse pasó una sombra. ¡Jamás!, dijo. El Jacobo de otro tiempo ha muerto.