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Actualizado: 6 de junio de 2025


Como ya estaban todos sugestionados por el fámulo, aunque la inscripción estaba en sánscrito, la leyeron y entendieron, como si estuviese en portugués o en castellano. La inscripción decía: Cenobio de la jubilación varonil. El fámulo aclaró el concepto de esta suerte: Los señores que aquí viven, son los señores más sabios que hay en el mundo.

Parecía que fuese ella la encargada de infundir ánimo. Morir no es tan horrible como parece cuando se ve de lejos... Siento vergüenza al pensar en los miedos que he pasado, en las lágrimas que llevo derramadas... Resulta más simple de lo que yo creía... ¡Todos hemos de morir! Le leyeron la sentencia, con la denegación del recurso de gracia. Después le ofrecieron una pluma para que firmase.

Además de sus comedias, escribió otras diversas obras, especialmente una colección de novelas, que se leyeron mucho en su tiempo, y un libro singular, que se tituló El paratodos, y que era una miscelánea de cuentos, comedias, autos, tratados morales y religiosos, etc. . El público acogía con el mayor favor casi todas sus obras, y así lo demuestran las muchas ediciones que se han hecho de ellas, aunque no por eso se viese libre de disgustos en su carrera literaria, teniendo adversarios encarnizados, no escasos en número, y de notoria y brillante reputación.

24 He aquí yo traigo mal sobre este lugar, y sobre los moradores de él, todas las maldiciones que están escritas en el libro que leyeron delante del rey de Judá; 25 por cuanto me han dejado, y han sacrificado a dioses ajenos, provocándome a ira en todas las obras de sus manos; por tanto mi furor lloverá sobre este lugar, y no se apagará.

Por el hábito que tengo replicó el Canónigo, si estoy por decir que ha entrado en esta casa alguna legión de demonios invisibles que os van a todos revolviendo la sangre. ¿No comprendéis, hijo mío, que ese sandio y tahúr de don Enrique y esa bestia furiosa de Bracamonte no hacen sino vomitar en palabras el hondo despecho de no haber merecido honor alguno en su vida? ¿Y no se os alcanza también que, así como fijen ese alevoso pasquín que leyeron, serán uno y otro degollados por mano de verdugo, con algunos incautos que han dado en seguilles?

En días sucesivos leyeron con las cabezas juntas, como los amantes adúlteros del poema dantesco. «¡Qué hermoso! exclamaba ella . ¿Y dices que esto tiene miles de años? ¡Si es de lo más moderno! ¡Si parece de ahora!...» Llevada de su caprichosa imaginación, lamentaba que las palabras nobles y melancólicas de Prometeo no fuesen acompañadas de música. «Una música de Wagner, ¿me entiendes?, de nuestro amado don Ricardo... O mejor de Beethoven: algo así como la Novena sinfonía». Fernando recordaba la escena que los había hecho comulgar a los dos en el estremecimiento de la admiración.

27 Así que, enviamos a Judas y a Silas, los cuales también por palabra os harán saber lo mismo. 28 Que ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: Pasadlo bien. 30 Ellos entonces despedidos, descendieron a Antioquía; y juntando la multitud, dieron la carta. 31 La cual, como leyeron, fueron gozosos de la consolación.

Añádese, que entre los Escritores crédulos suele suceder, que unos afirman lo que leyeron en otros sin haberlo exâminado, estos lo que vieron en aquellos, y así acontece, que uno solo inventó una cosa, y son diez mil los que la apoyan, sin otro fundamento que verla escrita los unos en los otros.

Sea, pues, más cauto en lo sucesivo el ilustre diplomático, si no quiere que se haga sobre su persona la reflexión que sobre el embajador polaco hacía Carlos V». Villamelón y Currita leyeron cada uno por su parte todas estas noticias y guardáronse muy bien de comunicarse mutuamente sus impresiones, pareciéndole a ella más prudente hacerse la sueca y a él más fácil hacerse el desentendido.

En ella se personifican los desvaríos a que conduce el aburrimiento de la vida en una sociedad que no ha sabido vigorizar el espíritu de la mujer por medio de una educación fuerte, y la deja entregada a la ensoñación pietista, tan diferente de la verdadera piedad, y a los riesgos del frívolo trato elegante, en el cual los hombres, llenos de vicios, e incapaces de la vida seria y eficaz, estiman en las mujeres el formulismo religioso como un medio seguro de reblandecer sus voluntades.... Los que leyeron La Regenta cuando se publicó, léanla de nuevo ahora; los que la desconocen, hagan con ella conocimiento, y unos y otros verán que nunca ha tenido este libro atmósfera de oportunidad como la que al presente le da nuestro estado social, repetición de las luchas de antaño, traídas del campo de las creencias vigorosas al de las conciencias desmayadas y de las intenciones escondidas.

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