United States or Saint Vincent and the Grenadines ? Vote for the TOP Country of the Week !


Solían oir también á alguno crujir los dientes y murmurar sordamente: «¡Mal rayo te parta, ladrónEn pos de D. Marcelino venía D. Primitivo, varón formidable, de elevada estatura y amplias espaldas, rostro mofletudo y encendido, lleno de herpes, barba escasa y recortada y los ojos siempre encarnizados como los de un chacal. Era procurador del juzgado.

A la poca luz que allí consigue penetrar puede verse la faz de ambos excesivamente roja, tan roja que parece imposible no brote la sangre de sus ojos encarnizados. La del barón ha llegado al límite de su fiera y espantable fealdad. Aquella cicatriz sangrienta que le surca el rostro se destaca ahora con todas sus rugosidades, tan áspera y negra que da grima verla.

Metidos casi siempre en el agua para arrastrar la canoa y enteramente descalzos, durante el dia nos veiamos atormentados por las picaduras ponzoñosas de los jejenes á los que reemplazaban por la noche enjambres de mosquitos mas encarnizados todavía.

Esta segunda guerra, más ardiente tal vez aunque menos brillante que la anterior, pareciome buen asunto para otras diez narraciones, consagradas a la política, a los partidos y a las luchas entre la tradición y la libertad, soldado veterano la primera, soldado bisoño la segunda; pero ambos tan frenéticos y encarnizados, que aun en nuestros días, y cuando los dos van para viejos, no se nota en sus acometidas síntoma alguno de cansancio.

No bastaba que adoptase continente grave y mantuviese con él pláticas largas acerca de la alza o baja de las acciones del Banco, ni que le loase la casa por encima de todas las fábricas modernas y le diese útiles consejos en el juego del chapó. De todos modos el gracioso de Lancia observaba allá, en el fondo de sus ojazos encarnizados de jabalí, una nube de recelo que no podía disipar.

El duque César de La Tour de Embleuse, hijo de uno de los emigrantes más fieles al rey y de los más encarnizados contra el pueblo, fue magníficamente recompensado por los servicios de su padre. En 1827, Carlos X le nombró gobernador general de las posesiones francesas del Africa occidental. Tenía apenas cuarenta años.

Algunas gotas de sudor le rodaban por la frente; sus luengas barbas negras y ásperas barrían como una escoba la mesa cuando bajaba hacia ella la cabeza para invitar dulcemente a Fernández a que se explicase mejor; sus ojos encarnizados rodaban por las órbitas con inquietud y ansiedad. Al fin se decidió a preguntar: ¿Y mis hijastros? Muerte dijo la mesa.

Al cruzarse con los tertulios, Manuel Antonio, con el desparpajo que le caracterizaba, gritó: «Buenas noches barónPero éste volvió hacia ellos el rostro espantable, los miró fijamente con sus ojos encarnizados y siguió adelante sin contestar. El marica, corrido, dijo: ¡Va borracho, como siempre! Todos asintieron burlando.

El joven Belinchón hacía ya más de un año que no iba a las romerías y evitaba todo lo posible caminar a pie. Salía poco de casa, sobre todo de noche, procurando atravesar por las calles más céntricas, sin que por casualidad se le viese jamás solo. Tenía enemigos ocultos y encarnizados.

Conviene que te registres bien el cuerpo todo, a ver si tienes en él algún lunar o seña por donde la marquesa venga en conocimiento de que eres hija de su hija; que yo he leído casos semejantes, en los cuales un lunarcillo, un ligero vellón o cosa así han bastado para que encarnizados enemigos se reconocieran como hijo y padre y como tales se abrazaran. De esto están llenas las historias.