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Primeramente, yo no creo que la producción dramática española en el día sea inferior, ni por calidad ni por cantidad, á la de ninguna otra nación del mundo. Sólo Francia compite con nosotros, y en sentir de muchos, aunque no en el mío, nos vence. Es la segunda declaración que ningún género de trabajo literario está en España mejor retribuido que el del dramaturgo.

Era preciso buscar un puesto de reposo bien retribuído, hasta que hubiesen otra vez insurrectos en el campo y jefaturas de operaciones. La verdadera historia de Méjico no iba á cortarse para siempre. Pensó en la conveniencia de que Martínez hiciese un viajecito á la capital para reanudar amistades. Luego dudó de sus condiciones para este trabajo. Era mejor que fuese ella.

13 El que menosprecia la palabra, perecerá por ello; mas el que teme el mandamiento, será recompensado. 18 Pobreza y vergüenza tendrá el que menosprecia el castigo; mas el que guarda la corrección, será honrado. 21 Mal perseguirá a los pecadores; mas a los justos les será bien retribuido. 24 El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, madruga a castigarlo.

El dependiente se creía bien retribuido, considerábase feliz pensando que hacía seis años nada más, ganaba mil quinientas. Todos los días, antes de dar su paseo matinal y emprender sus visitas de negocios, daba el duque una vuelta por el despacho de Llera, se enteraba de los asuntos y conversaba con él un rato largo o corto según las circunstancias.

Cuando se habla de la pretendida felicidad de los ricos, y se elogia la abundancia en que viven, el lujo que gastan, las comodidades de que disfrutan y el bienestar que los rodea, nadie acierta a señalar lo único que a los mimados de la fortuna da verdadera superioridad sobre aquéllos que viven de un trabajo diario, penoso y mal retribuído.

Eran siete reales diarios que podía entregar a su hermano durante dos semanas, y él, que estaba habituado en otros tiempos a ver retribuido su trabajo con largueza, acogía este jornal como una fortuna inesperada. El Vara de palo protestó con indignación.

Al fin se terminaron las obras y el luto; invadieron la nueva casa mueblistas y tapiceros; llenáronse suelos, paredes y techos de ricas alfombras, de espejos colosales, de cuadros y tapices valiosísimos, de arañas estupendas y de muebles caprichosos; llovieron esculturas y monigotes por todos los rincones y tableros de mesas y veladores; atestáronse de primorosas y artísticas vajillas los aparadores del comedor, que era un bosque de roble tallado y un bazar de porcelanas, bronces y cristalería, tapizado de cuero cordobés; no quedó cortinón de vestíbulo ni de puerta de tránsito sin su correspondiente escudo nobiliario; y cuando ya estuvo todo en su punto y sazón, y la servidumbre arreglada a las exigencias del nuevo domicilio, y cada criado en su puesto y convenientemente vestido, y la cocina humeando, con su jefe bien enmandilado y mejor retribuido, con su traílla de marmitones y ayudantes, en un lujoso landó, arrastrado por dos briosos alazanes ingleses, y conducido por un cochero colosal, envuelto el cuerpo en un océano de paño gris, y media cara y los hombros en otro mar de pieles erizadas, guantes por el estilo y alto sombrero con cucarda por coronamiento de esta silueta de oso polar, llevando a su izquierda, como su reflejo en más reducidas proporciones, el correspondiente lacayo, se trasladó la familia al flamante albergue, dejando en el otro lo poco que quedaba de los ya casi borrados recuerdos que habían sido la disculpa de la mudanza, y hasta el polvo de las suelas del calzado.

El señor Fermín se conmovía recordando esta época feliz, que fue la de su matrimonio con la pobre mártir, como él llamaba a su difunta mujer. Se reunían los compañeros de trabajo en las tabernas todas las noches, para leer los papeles públicos, y la caña de vino circulaba sin miedo, con la largueza del jornal abundante y bien retribuido.

Mi madre debió padecer mucho con las atrocidades de su hermano, y esto, unido al trabajo tan penoso como mezquinamente retribuido, aceleró su fin, el cual dejó indeleble impresión en mi espíritu, aunque mi memoria puede hoy apreciarlo sólo de un modo vago. En aquella edad de miseria y vagancia, yo no me ocupaba más que en jugar junto a la mar o en correr por las calles.

En fin, me contenté con escribir al señor Laubepin, que mi situación podía hacérseme intolerable, bajo ciertas faces, de un instante á otro, y que ambicionaba ávidamente cualquier empleo, si menos retribuído, más independiente. Desde el día siguiente, me presenté en el castillo, donde el señor de Bevallan me acogió con cordialidad.