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Casi en las puertas de Valencia, en el risueño pueblecito que desde la orilla del río miraba a la ciudad con los redondos ventanales de su agudo campanario, repetían aquellos bárbaros, con un rencor africano, la historia de luchas y violencias de las grandes familias italianas en la Edad Media.

Por encima de los arcos claustrales, sobresalía el techo de la capilla con sus acanaladas tejas negruzcas; y el campanario la cúpula redonda esmaltada de azul, parecía asomarse con indiferencia al desconcierto vulgar del mundo. Al silencio del jardín los ruidos de la calle llegaban como venidos de una región extranjera, lejana.

Vivía saturada del olor del incienso y respiraba el perfume especial de moho y hierro viejo de las catedrales, sin más horizonte que las ojivas de enfrente o el campanario, que aplastaba con su mole un pedazo del cielo que se veía desde el claustro alto. El compañero Luna creyó retroceder de golpe a la niñez.

Enteramente cubiertos de nieve que hace estallar la armazón, confúndense los techos con los cercanos campos nevados. Ligera y azul humareda es la única señal de que viven y trabajan hombres bajo el sudario blanco. Algunas tapias, un campanario resaltan en la monotonía del fondo.

Sin duda va al café de Gallo a reunirse con su hermano, la otra cabeza de campanario. ¿Pero cómo es que le dejan salir solo? ¿Se habrá puesto bueno? ¿Estará mejor? ¡Pobre chico!...». Y no se volvió a acordar más de él hasta la noche, cuando estaba acostada, sola en la casa, pues su tía no había entrado aún. «Es una barbaridad que le dejen salir solo a la calle.

De entre un macizo de follaje salía una pareja de guardia civil, cuyos tricornios enfundados de blanco casi llegaban al campanario de una torre, y en la fachada de un ventorrillo de cartón se leía la palabra vino.

Los vencejos volaban satisfechos alrededor de un agudo campanario que desde mi ventana se distinguía. Sin vacilar un instante y sin reflexionar que iba a perder en un momento el beneficio de tantos meses de prudencia, escribí a Magdalena. Lo que le decía era insignificante.

Hay sin embargo alguno que otro edificio gótico que recuerda la edad media y que presta colorido antiguo á la ciudad. La iglesia mas imponente y majestuosa de Viena es la de San Esteban: su elevado campanario domina todos los edificios y asoma su alta cabeza por encima de todo.

El escudero ayudaba, y Ramiro, aunque sacudido hasta los tuétanos, se complacía en aquellas detonaciones espantosas que amenazaban derrumbar el campanario y lanzarle a él mismo a los aires, como una paja, en el sonoroso turbión. Aldonza, en el entusiasmo de su faena, mostraba todas las calzas hasta la carne. Era una hembra casi hermosa.

Imagine usted que antes de ingresar en el colegio, al que fui más tarde, ni un solo día dejé de ver aquel campanario que se distingue allá lejos, viviendo en los mismos lugares y observando las mismas costumbres, y comprenderá que al encontrar hoy las cosas de entonces en igual ser y estado que las conocí y las amé, siga amándolas.