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En Italia, en España y otros paises de Europa, donde todavía los ferrocarriles están en su principio, el Comisionista emisario de Francia, Inglaterra, Bélgica ó Alemania se mantiene firme ó con alguna consistencia. Así es que en Barcelona, Valencia y las ciudades andaluzas hube de encontrar esa peste en todos los hoteles ó fondas.

Mi interlocutor prosiguió como si no me oyera: El rey Eduardo VII tomó un maestro para aprenderlo, y lo ha puesto de moda. En Inglaterra, en Francia, en Bélgica, en Turquía y en Holanda, se han abierto cátedras de la asignatura.

El otro Napoleón, el de Sedán, podía haberse refugiado en Bélgica, abandonando á sus tropas, como lo había hecho el triste César germánico; pero, enfermo y desfalleciente sobre su caballo, prefería galopar solo á lo largo de una carretera barrida por los cañones, esperando la granada que lo hiciese pedazos. Así entendía Toledo el honor militar, así había sido aceptado en todas las épocas.

Los pueblos más modestos, Bélgica, Servia y otros, han podido vivir gracias á sus préstamos enormes. Aún no se sabe todo; han de pasar años antes de que se conozca la extensión de su generosidad. Este país, que ama el anuncio y la propaganda ruidosa en sus negocios comerciales, es conciso y modesto al hablar de sus actos desinteresados.

Ninguna ciudad revela mejor en Bélgica esa alianza de lo pasado con el progreso moderno, que la bella, elegante y animada Brusélas, donde todo hace ver simultáneamente las viejas tradiciones y las esperanzas y reformas del tiempo presente, la justaposicion de dos razas y dos civilizaciones distintas.

Lo mismo hizo el de Bélgica... Pero conocemos sus astucias y sabremos castigarlas. El pueblo iba á ser incendiado. Había que vengar los cuatro cadáveres alemanes que estaban tendidos en las afueras de Villeblanche, cerca de la barricada. El alcalde, el cura, los principales vecinos, todos fusilados. Visitaban en aquel momento el último piso.

Vió en una plaza las estatuas de cuatro reyes de España... Pero todos estos recuerdos sólo le inspiraron un interés fugaz. Le preocupaban el movimiento extraordinario de las calles, el gentío formando grupos para escuchar la lectura de los periódicos. Muchas ventanas tenían banderas nacionales entrelazadas con las de Francia, Inglaterra y Bélgica.

Claro está, y cómo negarlo, que España está pobre; que materialmente se halla más atrasada que Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania, los Estados Unidos, y tal vez algunos otros países; que es menos poderosa que Rusia; que ha perdido inmensos territorios en el Nuevo Mundo; que ha sido trabajada desde hace casi cien años por incesantes discordias civiles, y que en los momentos solemnes en que vivimos ahora se halla abrumada de grandes calamidades y amenazada de otras acaso mayores. ¿Pero la causa de esto, digámoslo sin rodeos ni disimulos, es que los españoles del día son más inhábiles, menos enérgicos, menos probos y menos entusiastas que los de otras edades para nosotros más dichosas?

Llegan á centenares las lápidas que contiene el Museo de mármoles de todos colores y tipos, de muchos puntos de Europa, como España, Italia, Suiza y Bélgica, y muy especialmente de las ricas canteras de Francia.

Hoy ese instituto es el foco de todas las intrigas que se urden en Bélgica contra la causa liberal, y su audacia se manifiesta tanto en las polémicas de la prensa como en las luchas eleccionarias y los debates parlamentarios.