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Morsamor se desalentaba al pensar así, no veía plan ni concierto en todas aquellas bizarrías, ni acertaba a traslucir que pudieran tener fin dichoso. Sólo veía horrores, estragos y muertes, y volvía a arrepentirse de haberse remozado y de haber huido del convento. Imputaba luego aquel arrepentimiento suyo a cansancio y a flaqueza de ánimo.

Quién, como don Benito, daba fuertes taconazos en el suelo mientras las bolas corrían; quién, como don Lorenzo, se inclinaba a un lado y a otro, se torcía y se retorcía como si de sus movimientos dependiese que la bola se inclinase a un sitio u otro; quién, por fin, como don Pancho, que era pequeño y gordo, casi cuadrado, se subía de un brinco al diván después de haber empujado la bola, para mejor ver los estragos que había hecho en los palos.

La descripcion de este viage, una de las partes mas interesantes del poema, los amagos de una tempestad, y los estragos del hambre que estallò en Santa Catalina, son pinturas animadas de los incidentes de una larga navegacion.

La introduccion de la vacuna llegará fácilmente á estirpar la primera de estas pestes, que son las viruelas. La segunda, que hace sus estragos en el interior, es ocasionada por el viento frio del sud.

¡Dios mío, Lolita! exclamó Fuentes . Si usted, como es ahora, causa tales estragos en los corazones masculinos, ¡qué va a suceder cuando lleve cuatro o cinco meses con un régimen de arsénico! Señor Ballesteros, no consienta usted que lo tome: es tratarnos con demasiada crueldad.

Yo tengo un temperamento esencialmente lírico, como he tenido el honor de manifestar, y todos adivinarán fácilmente los estragos que una idea semejante puede hacer en tales temperamentos.

Su madre D.ª Elvira de Zúñiga, temerosa de los estragos que suele causar en los jóvenes de alma mas generosa la vida de soldado, le retenia con frecuencia en Belalcázar, aunque servia á los Reyes Católicos en su corte y en las guerras contra los moros, y el valeroso caballero se daba á la montería, ejercicio muy propio de la gente moza y noble en aquellos tiempos.

La vista de este cambio instantáneo de su propiedad le impresionó más que los estragos causados por la muerte. Se dió cuenta del horror de las fuerzas ciegas é implacables que rugían en torno de él.

En aquel momento, la altiva e impecable criatura experimentaba una acre voluptuosidad al pensar en los estragos irreparables que iba a causar aquel papel azul en el que su mano trémula escribía sin vacilación ni remordimientos las líneas acusadoras, como un líquido corrosivo en el blanco traje de desposada.

El círculo del tifón es lo que se llama vórtice; aquel círculo es el que comunica sus estragos á los demás que lo envuelven, siendo los movimientos de rotación y traslación tanto más vivos cuanto más reducida es la primera vuelta que forma la espiral. ¡Desgraciado del barco que lo envuelva el vórtice! ¡Infeliz del pueblo que haga experimentar sus estragos!