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Ahí, donde ahora se eleva esa columna como una plegaria se eleva al cielo, estuvieron las jaulas de hierro, construidas en forma de embudo, para que el prisionero no pudiera permanecer sino encorvado. ¡Cosa singular!

No obstante, alguien hubo que sacó a Lucía del atolladero; y fue ni más ni menos que Sardiola, que conocía a un jesuita paisano suyo, el Padre Arrigoitia, y lo trajo en un santiamén. Era el Padre Arrigoitia alto como una caña, encorvado por la cintura, dulce como el jarabe y tan pegadizo e insinuante como brusco y desamorado su conterráneo el Padre Urtazu.

En la otra buhardilla habita solo otro marinero, sesentón, de complexión hercúlea, y un tanto encorvado por los años y las borrascas del mar. Usa un gorro colorado en la cabeza y un vestido casi igual al de su vecino el Tuerto. Tiene las greñas, las patillas y las cejas canas. No de cierto cómo tiene la cara, porque es hombre que la da raras veces, y no he podido vérsela á mi gusto.

Maltrana vio a un hombre salir de la carretera con dirección al ventorro. Es Coleta dijo el jefe del fielato . Domingo, el famoso trapero de las Carolinas. Llevaba a la espalda un saco vacío, pero él caminaba encorvado ya, como si presintiese su peso.

Bueno respondió el capitán. Tres juegos nada más. Nada más. La hija del capitán. El capitán paseaba de un ángulo á otro por el vasto salón de su casa en la mañana siguiente. Andaba encorvado y á paso lento. Alguna vez se detenía frente al retrato al óleo de su hija María. Un artista famoso que viajaba por Asturias lo había pintado el año anterior.

En invierno se las arreglan, de un modo análogo, con las ropas de desperdicio del padre, con un refajo de la madre, ó con la manta de la cama. El Tuerto era pescador, su mujer es sardinera, y los niños ... viven de milagro. En la otra buhardilla habita solo otro marinero, sesentón, de complexión hercúlea, y un tanto encorvado por los años y las borrascas del mar.

Vestía el joven el uniforme de gala de capitán de artillería, y el viejo, decrépito y encorvado, el de almirante de la Armada, con todo el pecho lleno de cruces: era el duque de Algar, abuelo y padrino en aquella ocasión del joven marqués que iba a cubrirse.

Hemos puesto atención en sus cosas con el más sincero interés. Se paseaba de arriba abajo, hablándome así, sin hilación. Tenía los cabellos totalmente blancos, su alto cuerpo un poco encorvado ofrecía un aspecto singularmente noble, de vejez prematura o de abatimiento. Magdalena vino a interrumpirnos al cabo de cinco minutos.

El capitán Laroque, con el cuerpo encorvado y la cabeza pendiente, continuaba fijando sobre su incierta mirada. En fin, pareciendo hallar de pronto un asunto de conversación de un interés capital, me dijo con voz sorda y profunda: El señor de Beauchêne ha muerto.

Uno de estos pies, pequeño, deliciosamente encorvado, asomaba como al descuido bajo la falda, calzado con un zapatito blanco de terciopelo de Utrech y con un lazo de oro y diamantes en la escotadura.