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Zurbelcha, envuelto en el sudeste, encorvado hacia adelante, llevaba el remo que hacía de timón, era el práctico que conocía mejor la costa y los arrecifes. Un movimiento a destiempo, y la lancha se estrellaría entre las rocas. Zurbelcha tenía los nervios de acero, y una precisión de algo matemático.

Por extraño fenómeno, mientras los cabellos habían emblanquecido enteramente, las cejas conservaban el color de la juventud, y estaban formadas de pelos muy fuertes, rígidos y erizados. Su nariz corva y fina debió también haber sido muy hermosa, aunque al fin por la fuerza de los años, se había afilado y encorvado más, hasta el punto de ser enteramente igual al pico de un ave de rapiña.

En la calle de los Castros estaba Carmela, la encajerita, descolorida como siempre y ocupada en oír de boca de Amparo el relato de los sucesos de la víspera. Asomada Carmela al tablero, disimulaba su talle encorvado ya por la habitual labor; pero no sus ojos ribeteados y cansados de fijarse en la blancura del hilo.

Principió Román por pasar revista a los árboles, y a todos hallaba algún pero que ponerles. Este no era bastante elevado; aquél no ofrecía consistencia para soportar por fruto el cuerpo de un tagarote como él; el otro era poco frondoso, y el de más allá un tanto encorvado. Cuando uno se ahorca debe siquiera llevar el consuelo de haberlo hecho a su regalado gusto.

Le conocerán ustedes a legua: su frente achatada se inclina al suelo, su cuerpo está encorvado, su propio pelo le abruma, sus ojos no tienen objeto fijo, ven sin mirar, y en consecuencia no ven nada claro. Cuando una causa, ajena de él, le conmueve, produce un son confuso, bárbaro y profundo, como el de las masas enormes que se desprenden en el momento del deshielo en las regiones polares.

A los siete años comenzó a rumiar el latín, dominándole rápidamente, como si en su vida no hubiese hablado otra cosa; a los diez disputaba con los clérigos que frecuentaban el jardín, los cuales se gozaban en oponerle objeciones y dificultades. El señor Esteban, cada vez más encorvado y débil, sonreía satisfecho ante su última obra. ¡Iba a ser la gloria de la casa!

Porque no voy tan lejos como pudiera ir, ¿comprendes? y no veo en todavía más que un amigo infiel que me ha abandonado en vez de defenderme. Pero si por tu desgracia hubieras sido cómplice... La fisonomía de Jacobo tomó una expresión terrible, se levantó y resuelto, amenazador, dominando con toda la altura de su cabeza á Sorege encorvado y vacilante, añadió.

Diciendo esto presentó la buena mujer un tablero en el que sobre fondo rojizo y nada limpio se contoneaba una especie de gallina moribunda pintarrajeada de verde, con un ojo saltón y amarillento colocado más cerca del pescuezo que del pico; era éste encorvado y enorme, y de él pendía un cartelón pintado de blanco con esta inscripción en letras negras: ¡Al Pagaro Berde!

Los años habían encorvado algo su cuerpo, aunque no pasaban de cuarenta y ocho los que tenía; y en la época en que le conocemos sufría todavía de la vista á consecuencia de haberle vaciado encima una espuerta de cal viva los sitiados de Bergerac, cuando el barón dirigía el asalto de aquella plaza al frente de los veteranos de Derby.

El pobre labrador, agobiado por una existencia de fiebre y demencia laboriosa, quedábase en los huesos, encorvado como un octogenario, con los ojos hundidos. Aquel gorro característico que justificaba su mote ya no se detenía en sus orejas; aprovechando la creciente delgadez, bajaba hasta los hombros como un fúnebre apagaluz de su existencia.