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De malísimo humor volvió aquella noche al Grand Hôtel el tío Frasquito: había aguantado dos horas el aristocrático aburrimiento del Círculo de la Unión, sancta sanctorum del Faubourg Saint-Germain masculino, en que tan escasos profanos logran entrada franca, y es, por lo mismo, objeto codiciado por todos los vanidosos ilustres.

Además, puede acabársele la paciencia a Anita, que si ha aguantado hasta ahora es por lo mucho que le queda de cuando fue casi santa.... Pero si Ana se incomoda, si sospecha... si... ¡triste de ! Calma, hombre, calma. ¿Qué hacemos, Álvaro, qué hacemos? Es muy sencillo. ¡Sencillo! , hay que echar a Petra de esta casa. Don Víctor saltó en su silla.

Así y todo quedó murmurando pestes, diciendo que él no había aguantado jamás ancas de nadie y que menos las aguantaría ahora de su suegra, con otra porción de frases igualmente enérgicas que derramaron la tristeza por el rostro de Irenita.

Se llamará Julio, y quiero que se parezca á mi pobre finadaDesde la muerte de su esposa, que ya no la llamaba «la china», sintió algo semejante á un amor póstumo por aquella pobre mujer que tanto le había aguantado durante su existencia, siempre tímida y silenciosa. «Mi pobre finada» surgía á cada instante en las conversaciones del estanciero, con la obsesión de un remordimiento.

En medio de la violencia de su agitacion, dexó que su amigo Cador columbrara su secreto, como uno que habiendo largo tiempo aguantado las punzadas de un vehemente dolor, descubre al fin su dolencia por un grito lastimero que vencido de sus tormentos levanta, y por el sudor frio que por su semblante corre.

Para sufrir nuestra mala suerte y para aguantarnos, como nos hemos aguantado, todo dictador está de sobra. Cavour y Bismarck, dado que fuesen dictadores, surgieron para hacer el uno la unidad de Italia y el otro el Imperio germánico. ¿Qué iba a hacer ahora nuestro dictador, si Dios, o más bien el diablo, le suscitase? Como no fuese humillarnos y ponernos en ridículo, no yo lo que haría.

Ya ves que te he seguido paso a paso. He notado tu empeño en no hablar con nosotros de ciertas cosas, porque te repugnan nuestras ideas sobre la política, la guerra y los curas trabucaires; y, por último, he aguantado tus mañas para convertir a mamá y lo que intentas para que riñan Millán y Leo... en fin, te conozco a fondo. , en cambio, no sabes de lo que soy capaz. ¿De qué?

Me remangué los pantalones y salí a la calle. ¡Pues qué! Yo que he aguantado sin pestañear noches enteras todas las leyendas de la Edad-Media que el Sr. Velarde y otros ilustres mosquitos líricos de su misma familia, han dejado caer desde la tribuna del Ateneo, ¿flaquearía ahora ante unas miserables gotas de agua?