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En medio de la violencia de su agitacion, dexó que su amigo Cador columbrara su secreto, como uno que habiendo largo tiempo aguantado las punzadas de un vehemente dolor, descubre al fin su dolencia por un grito lastimero que vencido de sus tormentos levanta, y por el sudor frio que por su semblante corre.

Sin perder un minuto, hizo Cador llevar á una salida excusada de palacio dos dromedarios ensillados de los mas andariegos; en uno montó Zadig, que no se podia tener, y estaba á punto de muerte, y en otro el único criado que le acompañaba. A poco rato Cador sumido en dolor y asombro hubo perdido á su amigo de vista.

Setoc, llamado de lo interior de la Arabia, vino con la hermosa Almona, y fué nombrado superintendente del comercio de Babilonia. Cador, colocado y estimado como merecian sus servicios, fué amigo del rey, y este ha sido el único monarca en la tierra que haya tenido un amigo. No se olvidó Zadig del mudo, ni del pescador, á quien dió una casa muy hermosa.

En mitad de la cena se quejó Cador de un vehemente dolor en el bazo, y la dama inquieta y asustada mandó le traxeran todas las esencias con que se sahumaba, para probar si alguna era un remedio contra los dolores de bazo; sintiendo mucho que se hubiera ido ya de Babilonia el sapientísimo Hermes, y dignándose hasta de tocar el lado donde sentia Cador tan fuertes dolores. ¿Suele daros este dolor tan cruel? le dixo compasiva.

Hizo Azora el panegírico del difunto, confesando empero que adolecia de ciertos defectillos que en Cador no se hallaban.

Un amigo suyo, llamado Cador, era uno de los mozos que reputaba Azora por de mayor mérito y probidad que otros; Zadig le fió su secreto, afianzando, en quanto le fué posible, su fidelidad con quantiosas dádivas. Despues de haber pasado Azora dos dias en una quinta de una amiga suya, se volvió á su casa al tercero.

Sacáronme del hueco de mi estatua; pusiéronme al frente de un partido, y fué Cador corriendo á Menfis, para traeros á Babilonia. Noticioso de tan fatales nuevas acudió el príncipe de Hircania con su exército á formar tercer partido en la Caldea, y vino á embestir al rey que le salió al encuentro con su desatinada egipcíaca.

Esta pregunta traxo á la memoria á Zadig todas sus aventuras, y le hizo repasar la lista de todos sus infortunios, empezando por la perra de la reyna hasta su arribo á casa del bandolero Arbogad. Ha, dixo al pescador, Orcan es digno de castigo; pero por lo comun esos son los hombres que estan en privanza del destino. Sea como fuere, vete á casa del señor Cador, y espérame.

Apaciguólo Cador todo por medio de una moza de retrete de palacio, á quien habia hecho un chiquillo, la qual tenia mucho influxo con el colegio de los magos, y no empaláron á nadie; cosa que la murmuráron muchos doctores, y por ello pronosticáron la próxîma decadencia de Babilonia. Decia Zadig: ¿En qué se cifra la felicidad?

Díxole Cador: Ya habia yo distinguido los afectos que de vos mismo os esforzábais á ocultar: que tienen las pasiones señales infalibles; y si yo he leido en vuestro corazon, contemplad, amado Zadig, si descubrirá el rey un amor que le agravia; él que no tiene otro defecto que ser el mas zeloso de los mortales.