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El mismo hace constar la presencia de palmeras, plátanos y caña de azúcar en el valle inferior, y afirma que una que otra palmera avanza hasta el pie del abismo. ¿No son acaso esas plantas esencialmente características de la tierra caliente? ¿No necesitan para crecer, como los loros y guacamayos que revolotean a su alrededor, para vivir, de una temperatura superior a 25 grados centigrados?

La lluvia de otoño azota los vidrios de las ventanas, y el viento produce al chocar con las ramas de los plátanos intermitentes y melancólicos silbidos. Me encuentro en una habitación grande, pero casi desamueblada.

La comida que se sirve en esos vapores es muy mala para un colombiano, pero para un extranjero es realmente insoportable. En primer lugar, se sirve todo a un tiempo incluso, la sopa, esto es, un plato de carne, generalmente salada, y cuando es fresca, dura como la piel de un hipopótamo; una fuente de lentejas o fréjoles, y plátanos, cocidos, asados, fritos, en rebanadas... véase el Hotel Neptuno.

Si los indigenas de Filipinas han olvidado por completo los caracteres con que sus antepasados escribieron sobre las hojas de las plátanos y de las palmas sus poesias y sus golos, y quizás sus crónicas y tradiciones; si estos caracteres no les dicen hoy ya nada, y hasta ignoran que hayan existido, conservan sinembargo, algo relacionado con sus alfabetos y su escritura.

¿Qué bien respiraba descendiendo por la silenciosa escalera, resonante con el eco de sus pasos! ¡Qué grande y hermoso le parecía el patio con sus cajones pintados de verde, en los que crecían los plátanos de anchas y lustrosas hojas! Allí habían pasado los mejores años de su niñez.

Aquellos anales dicen que los habitantes de las islas manifestaban gran soberbia y vanidad en la nobleza, de tal modo, que no se casaba por nada del mundo el hijo del noble con la plebeya. En otro lugar añade, que los chamorris tenían mayorazgos de cocales, plátanos y otros árboles.

Al pié, al occidente, demora la ciudad, donde hormiguea una poblacion activa y numerosa, de cuyas plazas y mas grandes calles y avenidas se destacan grupos corpulentos de magníficos plátanos orientales, tilos, castaños y otros árboles de gran talla y tupido follaje, rodeando numerosas fuentes de mármol ó de piedra.

Veíanse soberbios plátanos de espléndido ramaje con sus anchas hojas erizadas de picos; magníficos olmos de oscura copa tallada en punta como las agujas de las catedrales, y formada de espesísimas y menudas hojas; grandes y robustos castaños de aspecto patriarcal, exuberantes de salud y frescura; al lado de éstos ostentaban los abedules sus blancos y delicados troncos.

Cuando me dirigí al Alene, que debía partir a la mañana siguiente, encontré un sinnúmero de hombres y mujeres descargando cerca de cincuenta vagones que una locomotora acababa de dejar al costado del vapor, al que transbordaban el contenido. ¿Sabéis lo que era? ¡Plátanos! Jamás he visto una cantidad semejante de bananas.

Los Isituucas, ó dioses del agua, tienen abastecido el cielo de pescados, plátanos y papagayos, y aquí gozan de su eterna bienaventuraza los que mueren ahogados en los ríos, á los cuales por esto llaman Asinerás; á los que mueren en los bosques y selvas Iriticús, y á los que mueren en su casa Posibacas; poniendo el mérito, no ya en las obras, sino en la diversidad de lugares en donde los coge la muerte.