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167 Entro y salgo del peligro sin que me espante el estrago, no aflojo al primer amago ni jamás fi gaucho lerdo: soy pa rumbiar como el cerdo, y pronto caí a mi pago. 168 Volvía al cabo de tres años de tanto sufrir al ñudo resertor, pobre y desnudo, a procurar suerte nueva; y lo mesmo que el peludo enderecé pa mi cueva.

La institutriz se puso un poco pálida, pero dijo con calma sin dejar de sonreir: Te advierto que me estás haciendo daño. , ¿qué es gracioso? ¿qué es gracioso? repitió el conde sacudiéndola rudamente. Vuelvo á decirte que me haces daño. Yo no soy la condesa de Trevia, sino una pobre institutriz. No merezco ser tratada con tanta confianza. El conde aflojó la mano y la miró fijamente.

«Pero mujer, ¿qué haces ahí detrás de ? murmuró él sin volver la cabeza . Lo que digo, hoy parece que estás lela. Ven acá, hija». ¿Qué quieres? Niña de mi vida, hazme un favorcito. Con aquellas ternuras se le pasó a la Delfina todo su furor de coscorrones. Aflojó los dientes y dio la vuelta hasta ponérsele delante. «Hazme el favorcito de ponerme otra manta. Creo que me he enfriado algo».

El arma cayó sobre el reptil con fuerza irresistible, cortándole el cuerpo a unos siete pies de la cola. Herido de muerte, aflojó al instante los anillos, y soltó al chino, para arremeter, mutilado y chorreando sangre como estaba, con aquel nuevo enemigo, dando silbidos de cólera. Pero Van-Stael no era hombre asustadizo.

Una mortal congoja le acometió pensando en esto, como si ya la decisión estuviese tomada, y para salir de ella tuvo que decirse: «Ya veremos, ya veremos... Ahora es muy difícil, casi imposible, volverse atrás... La madre ya lo sabe... Don Rosendo también... y Cecilia a estas horas acaso...» El ángel aflojó sus brazos, cansados ya, desprendió las manos y cayó al fin rendido.

Nicanora le volvió cara arriba para que respirase bien, le puso las piernas dentro de la cama, manejándole como a un muerto, y le quitó de la mano el palo. Arreglole las almohadas y le aflojó la ropa. Había entrado en el segundo periodo, que era el comático, y aunque seguía delirando, no movía ni un dedo, y apretaba fuertemente los párpados, temeroso de la luz. Dormía la mona de carne.

La escena final del acto, donde todos los voluntarios republicanos, entre el fragor de la lid empeñada, doblan la rodilla al aparecer el Señor acompañado de las monjas de San Gregorio, aflojó suavemente los tirantes nervios de la concurrencia.

Don Juan aflojó el embozo, y subiendo hasta sus labios la mano de Cristeta, se la besó con más fervor que si la tocara por vez primera, diciendo al mismo tiempo: Traigo dinero de sobra; vengo dispuesto a todo... Por ahora, paciencia continuó ella , tengo que irme en seguida; pero... pocas horas faltan. Mañana a las dos de la tarde ven a mi casa. ¿Entiendes?

Como no siempre se tuvo presente este fin exclusivo, tomó poco á poco tan piadoso espectáculo cierto colorido mundano; la Iglesia aflojó algún tanto en sus rigores, y aun llegó á proteger los que con el nombre de misterios, con que lo distinguen diversas decretales y cánones de concilios, ocuparon el mismo rango que otras solemnidades del culto.

Aflojó entonces Juanita el dogal que tenía echado al cuello del cacique, y le dijo: ¿Te rindes a discreción? ¿Te declaras vencido? Me declaro vencido; haz de lo que quieras. ¿Aprobarás y aplaudirás ahora que yo me case con don Paco, y serás en la boda su padrino? Aprobaré, aplaudiré y seré padrino en la boda.