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Me denuesta la envidia... ¡No me importa! Yo prosigo impasible la jornada, ¡el vuelo del condor jamás se acorta al silbo del reptil de la hondonada! No mendigo un aplauso lisonjero, ni algún laurel para calmar mi angustia. El aplauso es un ruido pasajero, y el laurel, verde rama que se mustia.

Y él sin duda encontró el infernal ardid, sin raciocinios ni cavilaciones; bastóle tal vez que alguien mentase la palabra víbora, para atinar desde luego en que este reptil podia servirle de excelente auxiliar. ¿Qué nos dicen estos ejemplos? nos dicen que el talento consiste muchas veces en ver una relacion que está patente, y en la cual nadie atina.

Por este motivo es tan temible la venganza cuando obra en nombre del celo por la justicia. Cuando el corazon poseido del odio llega á engañarse a mismo, creyendo obrar á impulsos del buen deseo, quizas de la misma caridad, se halla como sujeto á la fascinacion de un reptil á quien no ve, y cuya existencia ni aun sospecha.

El que tiene vida en ese mundo de horribles verdades muere; no hay Dios: no hay humanidad. El mundo es hijo del acaso: el hombre es un reptil como otro cualquiera.

Conservaste tu orgullo, te acordaste alguna vez de que habias sido la capital de una vasta monarquía; pero en vano: tus enemigos pasaron sobre , como pasa el hombre sobre todo miserable reptil que se atraviesa en su camino. Al-Mamun te sujetó sin perder un soldado de su ejército: Aben-Abed te recobró sin desnudar la espada.

El desgraciado chino, casi sofocado, pálido como un muerto y con los ojos fuera de las órbitas, agitaba desesperadamente el brazo que le quedaba libre, haciendo por agarrar la cabeza del reptil, que tenía la bifurcada lengua fuera de la boca.

El horrible reptil, que quizás estuviera dormido en la espesura, advertiría la presencia del chino y se le acercaría silenciosamente, apresándolo de pronto entre sus formidables anillos.

Y cayó sobre ella otra vez, como si fuese un hombre, uniendo á su ansia amorosa un deseo de maltratarla, de envilecerla, haciéndola su esclava. Freya le aguardó á pie firme... Viendo el brillo glacial de uno de sus ojos, Ulises, sin saber por qué, se acordó de Ojo de la mañana, el reptil compañero de sus danzas.

La negra cola de la serpiente acababa de deslizarse y desaparecer entre dos baldosas. La doctora, que había huído gradas abajo ante esta aparición, obligó á descender á Freya con sus repetidos llamamientos. El gesto agresivo del capitán despertó en su acompañante un nervioso rencor. Creía conocer á este reptil.

Todos experimentamos que en nosotros hay dos hombres; uno inteligente, activo, de pensamientos elevados, de deseos nobles, conformes á la razon, de proyectos arduos y grandiosos; otro torpe, soñoliento, de miras mezquinas, que se arrastra por el polvo cual inmundo reptil; que suda de angustia al pensar que se le hace preciso levantar la cabeza del suelo.