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Cuando éste se presentó, la dama se hallaba instalada en el sofá charlando con el desembarazo de una amiga que el día anterior les hubiese visitado. Conste que esta visita no es para usted le dijo sonriendo y tendiéndole su mano enguantada. No me atrevería yo a imaginarlo, señora replicó él apretándosela tímidamente. ¡Por si acaso!

No llegó Toribio de Velasco á ver instalada su casa en dicho punto, pues anciano y enfermo, murió en la tarde del día 23 de Agosto de 1730, siendo trasladado con gran pompa su cadáver desde la calle Real de san Marcos, al convento de san Pablo, en que fué sepultado, y en su testamento dejó elegido sucesor de su puesto á un su compañero que le había ayudado hasta allí, llamado Antonio Manuel Rodríguez, el cual procuró durante el tiempo que estuvo al frente del establecimiento, seguir las huellas del fundador.

Al final, el capitán consejero levantó su copa por Francia. «¡Hoc!», gritó como si mandase una evolución á sus soldados de la reserva. Por tres veces dió el grito, y toda la masa germánica, puesta de pie, contestó con un «¡Hocsemejante á un rugido, mientras la música, instalada en el antecomedor, rompía á tocar la Marsellesa. Desnoyers se conmovió.

La hallé, mañanas pasadas, instalada triunfalmente en esta especie de kiosco en el que espera dulcemente el martirio. Casi otro tanto puedo decir de los demás habitantes del castillo. La señorita Margarita, siempre sumergida como una esfinge nubia en algún sueño desconocido, condesciende sin embargo, en repetir bondadosamente las piezas de mi predilección.

Un invernáculo incomparable, inundado de luz eléctrica; la mesa instalada en el invernáculo, bajo un parral cargado de racimos... en el mes de abril, y se podían sacar cuantos quisierais! Sólo los accesorios del cotillón parece que habían costado cuarenta mil francos. Alhajas, bomboneras, y mil adornos deliciosos... que rogaban a la concurrencia se los llevara.

Mientras Pirovani escribía las últimas palabras, su rostro empezó á dilatarse con una sonrisa bondadosa. Moreno, el argentino, no enviaba su pensamiento tan lejos. Escribía en la casita de madera donde estaba instalada su oficina, bajo la luz de un quinqué de petróleo; pero su imaginación, siguiendo la línea del ferrocarril, se detenía, á dos días de marcha, en un pueblo cercano á Buenos Aires.

Además, la numerosa corte del Príncipe Negro allí instalada definitivamente, había atraído á multitud de nobles ingleses con sus familias y servidores, elemento fastuoso cuyo entretenimiento, fiestas y grandes gastos contribuían no poco á la prosperidad de la noble villa del Garona.

Basta echar una visual al semicírculo de la sala: presidente, ministros, capitalistas, abogados y leones, todos están allí; aquello es la feria de las vanidades, en la cual no faltan sus incongruencias de aldea: el vigilante de quepis encasquetado en medio de la sala, la empresa, en en menage, instalada en uno de los mejores palcos del teatro, el humo de los cigarros obscureciendo la sala entera.

¡Qué alegría ha tenido mi pobre madre al verme! Ya estoy instalada en mi querida casita de Rieux, donde he pasado tantos veranos durante mi infancia, pero en estos lugares no se encuentra aquello que en otros tiempos los vivificaba. Al lado de mi madre olvido todas las penas. La pobre está muy desfigurada, efecto sin duda de los disgustos que ha sufrido en viajes y destierros.

Su carácter desigual, brutalmente soberbio, su misma estupidez, que la hacía no prever las consecuencias de sus actos, la ayudaron a dominar al célebre banquero. Hacía un año que era su querida y que estaba instalada en aquel hotelito del barrio de Monasterio. Al principio procuraba refrenar su genio y tenerle contento mostrándose dulce y amable.