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Hacia la parte opuesta, veíase una alcoba profunda cubierta de almohadas, para saborear la languidez que sucede a los baños. Pero no era la ancha pila cavada en el centro de la estancia y revestida de mármol, ni los cristales en forma de estrellas, ni los almadraques de terciopelo y de brocado lo que el mancebo observó con avidez sino la desnuda belleza de una joven sumergida en el agua.

Pero de repente la dama se levantó agitada, se dirigió á su reclinatorio, se arrodilló, abrió el libro de horas, inclinó el rostro hacia él, ocultándolo entre las manos, y allí quedó sumergida en profunda y concentrada meditación. Reposaba sin duda en el seno de Dios, que tenía reservado á su santa el goce inefable de vagorosos y celestiales deliquios.

Adquirió una bañera de plata sobredorada, y, seis veces al día, introducíala en ella y la mantenía pacientemente sumergida en sendos baños de leche, de vino de Borgoña, de caldo substancioso y hasta de salsa de tomates. ¡Trabajo perdido! la enferma salía del baño tan pálida y delgada y en estado tan deplorable como estaba antes de entrar.

Y ella, a solas, sumergida en hondas perplejidades y tristezas, repetía en su mente las preguntas del juez, deploraba no haber dado tal o cual contestación, revolvía lo cierto con lo dudoso, la acusación de la ley con los datos de su memoria, el testimonio de su conciencia con ciertas presunciones y sospechas, para tratar de sondear aquel antro obscuro que, desde la acusación por falsificadora, se había abierto ante sus ojos.

¡Oh, París! ¡No hay mas que un París! ¿Qué dice usted de esto, Robledo? Pero como Robledo era un salvaje, sonrió con una indiferencia verdaderamente insolente. Comieron sin tener apetito y bebieron el contenido de una botella de champaña sumergida en un cubo plateado, que parecía repetirse en todas las mesas, como si fuese el ídolo de aquel lugar, en cuyo honor se celebraba la fiesta.

Y así yace ella, dichosamente sumergida en recuerdos perennes de la constancia y de la belleza de Annie, anegada en un beso a las trenzas de Annie. Tiernamente me abraza, apasionadamente me acaricia. Y entonces caigo dulcemente adormecido sobre su seno, profundamente adormido del cielo de su seno. Y así reposo tan tranquilamente en mi lecho conociendo su amor que me creéis muerto.

La conversación se resintió de la languidez de nuestros espíritus. La señora de Laroque que se creía en el paraíso, se había por fin desembarazado de sus pieles y permanecía sumergida en un dulce éxtasis. La señorita Margarita manejaba el abanico con una gravedad española.

Ido permaneció completamente insensible a la lisonja que le soltara su amigo, y tenía la imaginación sumergida en sombrío lago de tristezas, dudas, temores y desconfianzas. A Izquierdo le roía el pesimismo.

Abrióse lentamente la puerta, por la que se vio aparecer la hermosa cabeza de un niño de seis años, casi sumergida en una profusión de rizos negros. Papá Carlos dijo , ¿estáis solo? ¿Puedo entrar? ¿Desde cuándo, ángel mío respondió el padre , necesitas licencia para entrar en mi cuarto?

Ya no necesitaba estudiar el amor en los libros, ni mirarlo de lejos; había penetrado en persona en todo mi ser, sus dulces enigmas me envolvían por todas partes y podía ¡oh deleite! divertirme con ellos: estaba sumergida hasta la cabeza en la intriga que debía asegurar la felicidad de mi hermana.