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En torno del kiosco de la orquesta había una masa de suaves colores, formada por los sombreros femeninos, los trajes primaverales, los inquietos abanicos. Frente á las terrazas se extendía el mar entre promontorios color de rosa. Las velas lejanas parecían arder, enrojecidas por el sol moribundo.

Kiosco en el camino, Grupos fantásticos. Compañía no buscada. Ninay. Una presentación por medio de un cigarro. El Moro y el Rosillo. Atimonan. Su historia, sus productos y su estadística. Un bailujan, un regalo y una promesa. El correo. Gumaca es uno de los pueblos más sanos y mejor situados de los que bañan las aguas del Pacífico en las costas de Tayabas.

La hallé, mañanas pasadas, instalada triunfalmente en esta especie de kiosco en el que espera dulcemente el martirio. Casi otro tanto puedo decir de los demás habitantes del castillo. La señorita Margarita, siempre sumergida como una esfinge nubia en algún sueño desconocido, condesciende sin embargo, en repetir bondadosamente las piezas de mi predilección.

Varias veces levanté la cabeza desde que dejamos el kiosco y siempre encontré á mi lado una misma cara. Yo no buscaba á Ninay, y sin embargo, constantemente estaba cerca de . ¿Quieres fumar? la dije, á la par que sacaba la petaca para encender un cigarro. Tu cuidado, me contestó con esa habitual franqueza de la india.

Señalándome aquel lugar, me dijo Pardo se le conocía con el nombre del camarín de Alaminos. Le interrogué sobre este particular y me contó que allí se había elevado un precioso kiosco de caña y flores en la visita de aquel general, al cual, según el testimonio de mi amigo, esperaban en aquel sitio más de 400 dalagas á caballo adornadas con sus mejores galas y escoltadas por unos 4.000 jinetes.

Volví a leerla, y ahora me pareció la prosa anticuada de un moralista cansado; cada palabra se había vuelto como un carbón apagado. Me acosté y soñé que estaba lejos, más allá de Pekín, en las fronteras de Tartaria, en el kiosco de un convento de Lamas, oyendo máximas prudentes y suaves que brotaban como un aroma fino de , de los labios de un Buda vivo. Transcurrió un mes.

Una influencia sobrenatural se apoderó de , arrebatándome fuera de la realidad y del raciocinio; y en mi espíritu se fueron formando dos visiones: de un lado un Mandarín decrépito, muriendo sin dolor, lejos, en un kiosco chino, al «tilín-tín» de mi campanilla; ¡y de otro toda una montaña de oro brillando a mis pies!

Desde el kiosco que ocupaba la música los domingos, hablarían los amigos del pueblo, aquellos obreros de Bilbao emancipados del yugo de los patronos, que se dedicaban á la propaganda de las doctrinas socialistas y á la organización de las fuerzas obreras.

Entre las muchas queridas pagadas que había tenido, ninguna adquirió tanto ascendiente sobre él como la que tenemos delante. Era ésta una joven de Málaga, llamada Amparo, que hacía tres o cuatro años vendía flores por los teatros y tenía su kiosco en Recoletos. Desde luego llamó la atención por su belleza y desenvoltura y se hizo popular entre los elegantes.

Subieron así las escaleras hasta el entresuelo, donde introdujo Sardiola a ambas mujeres en una ancha y desahogada habitación en que no faltaba su marmórea chimenea, sus monumentales camas colgadas, su alfombra de moqueta algo desflorada y raída a trechos, sus lavabos y sus perchas clásicas. Caía la pieza a un jardinete, en cuyo centro ligero kiosco de madera y cristales servía de sala de baño.