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Actualizado: 1 de junio de 2025


Sólo á través de las ramas bajas de los árboles se veían pasar los techos de carruajes y tranvías. Cerró la noche y ella no vino. Al día siguiente Miguel volvió, pero discretamente, sin despertar la curiosidad de los tenderos, permaneciendo largas horas en aquella plazoleta de ciudad vieja, sin otro testigo que la mujer melancólica que ofrecía sus periódicos en un kiosco sin parroquianos.

Entonces interrogué a Sa-Tó; y su dedo respetuoso fué señalándome el Templo de los Antepasados, el Palacio de la Soberana Concordia, el pabellón de las Flores de las Letras, el kiosco de los Historiadores, brillando, entre los bosques sagrados que los cercan, con sus tejados lustrosos, azules, verdes, escarlata y de color de limón.

Sólo había en él dos mujeres del pueblo arrodilladas y vestidas de luto: esposas ó madres de hombres muertos en la guerra. Al volver á la plazoleta se entretuvo en leer y releer los títulos de todos los papeles expuestos en un kiosco de periódicos.

Pasaban las señoritas formando grupos, lo mismo que en las plazas de las pequeñas ciudades alrededor del kiosco de los conciertos; pero les faltaba en este continuo girar el encuentro con los jóvenes, el acompañamiento de un amigo, miradas curiosas y simpáticas que las persiguiesen. Sólo quedaban ellas en la cubierta.

Era una historia de amor, y esto bastaba para excitar su curiosidad. Vamos a ver en seguida lo de Pablo y Virginia exigió con su ímpetu de niña caprichosa . Debe ser muy lindo... Yo no sabía que eran de este país. Llegó el automóvil al Alto de Boa Vista, extensa plaza limitada por el bosque y unas casas bajas, con jardines en el centro y un kiosco de conciertos.

Y para calmar la impaciencia bélica del ruso, el príncipe Tong remitía, con estos recados sutiles, algún substancioso presente de confites o goma de bambú en caldo de azúcar. Había un kiosco en el jardín, bajo los sicomoros, que se denominaba, al modo chino, el «Reposo discreto»; a un lado un arroyo fresco cantaba dulcemente bajo una fuentecilla rústica pintada de color de rosa.

Desde la explanada de proa abarcábase en conjunto su enorme fachada blanca, semejante a la de un palacio en construcción, cortada por galerías de un extremo a otro y rematada por un kiosco que era el puente. Sobre las filas de curiosos asomados a los diversos balconajes aparecían otros subidos en bancos y sillas, avanzando las cabezas para ver mejor la fiesta.

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