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Le azotó el rostro con la intención, y ya desahogada la ira, que se gozaba con las futuras crueldades de la venganza, pudo decir sereno y sonriente: En fin, Bonis, tienes razón; ya se ajustarán cuentas cuando Emma sane, y se pueda ver con números, que has de procurar entender, ¿estamos?, lo que habéis gastado vosotros, lo que he ahorrado yo..., y quién debe a quién.

Sin embargo, ora fuese por candorosa coquetería, o sea por deseo de lucir la gallardía de su persona, deseo de que no se daba cuenta, ora porque Juanita necesitase del ejercicio corporal y de mostrar y desplegar la energía de su sana naturaleza, Juanita, aun cumplidos ya los diecisiete años, gustaba de ir por agua a la fuente del ejido, allanándose a veces, a pesar de la desahogada posición de su madre y de ella, a ir al albercón a lavar alguna ropa, cuando la ropa era fina y temía ella, o aparentaba temer, que manos más rudas que las suyas la estropeasen.

Nada, nada, querido: cuando a un muchacho le cae sobre la cabeza un suestazo de éstos, es menester arriar de salto las escotas y dejarle navegar a bolina desahogada. estás requemado al parecer... bueno, pues refréscate... Pero ten en cuenta que ni llevas rumbo seguro, ni obras como caballero. ¡Tío! Más claro que yo, el agua, querido.

Los poetas que gozaban de una posición desahogada, muy particularmente, pasaron gran parte del día mirando caer los copos al través de los cristales de su gabinete, y meditando lindos e ingeniosos símiles de esos que hacen gritar al público en el teatro «¡bravo, bravo!» u obligan a exclamar cuando se leen en un tomo de versos: «¡qué talento tiene este joven

No digo que tenga hambre... y tal vez... Su situación no debe ser muy desahogada. Hoy a las cuatro de la tarde, según me dijo, no había entrado en su cuerpo más que un poco de pan del día antes, un pedacito de chocolate crudo, y al mediodía una corta ración de bofes. ¡Por Dios! ¿Y usted consiente eso? ¡Bofes...!

Tipo bien opuesto al de Adolfo, es Andrés Ruigomez, el autor de Silvestre del Todo, que no cuándo acabará una preciosa novela de costumbres que en Francia haria su reputacion y su fortuna; que hoy, alejado de la literatura, entregado á las nobles tareas del foro, quizá le reserva la suerte una existencia más desahogada y tranquila que la de sus compañeros, si bien todos éstos la mirarán siempre como propia y creerán que en su querido Andrés han mejorado de fortuna.

Su madre encontraba que en la posición algo señoril, desahogada y decorosa en que ya imaginaba hallarse, y atendido el desenvolvimiento físico de Juanita, que había llegado a transformarse de muchachuela en una magnífica y real moza, no estaba bien y era darse poquísimo tono el ir por agua a la fuente como la más plebeya y humilde pelafustana.

Arrancó el coche y Currita respiró desahogada: indudable era que las dos amigas se marchaban al Real a correr alguna juerga... Volvióse entonces la dama a su coche, decidida a esperar allí pacientemente, y recatándose lo posible, acomodóse lo mejor que pudo en el fondo, sin dejar de mirar por la ventanilla a lo largo de la calle.

Realmente, nuestra desahogada posición actual se la debíamos a él, porque no sólo le había regalado a Reginaldo un generoso cheque que lo puso en condiciones de pagar todas las deudas que pesaban sobre su negocio de encajes de la calle Cannon, sino que a me había enviado, hacía tres años, con motivo de ser el día de mi cumpleaños, dentro de una modesta caja de plata, una letra contra sus banqueros, por una buena cantidad, lo cual me proporcionó, desde entonces, una pequeña renta anual muy confortable.

Hasta le caían en gracia sus chistes insulsos y era la primera en celebrarlos. Disfrutaba el matrimonio de posición desahogada. Pepe era chalán, y vestía como tal la chaqueta corta, la faja y el sombrero de anchas alas que caracteriza á los hombres de su clase. Paca gastaba ricos mantones de Manila, pendientes de perlas y sortijas de diamantes.