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No, pero... ¿qué quieres ? Quedábase Amparo pensativa. Cuantas sugestiones de inmoralidad trae consigo la vida fabril, el contacto forzoso de las miserias humanas; cuantas reflexiones de enervante fatalismo dicta el convencimiento de hallarse indefenso ante el mal, de verse empujado por circunstancias invencibles al precipicio, pesaban entonces sobre la cabeza gallarda de la Tribuna.

Le pesaban en los bolsillos las joyas que había encontrado en el cofre; sentía sobre su pecho los papeles que acreditaban su nacimiento; y aquellas joyas y aquellos papeles le abrumaban. Indudablemente era harto raro el modo de pensar del joven, en una época en que abundaban los bastardos reconocidos y respetados, porque en aquel tiempo eran otras las costumbres.

El simpático viejo parecía contento; pero los achaques le pesaban cada día más, y ya en Abril no salía a la calle sino acompañado de un criado. En una de sus visitas habló a solas con su amiga, en términos tan paternales que a ella le faltó poco para llorar. Todo iba bien, perfectamente bien, y ya se habría convencido la chulita del valor de sus lecciones y consejos.

Realmente, nuestra desahogada posición actual se la debíamos a él, porque no sólo le había regalado a Reginaldo un generoso cheque que lo puso en condiciones de pagar todas las deudas que pesaban sobre su negocio de encajes de la calle Cannon, sino que a me había enviado, hacía tres años, con motivo de ser el día de mi cumpleaños, dentro de una modesta caja de plata, una letra contra sus banqueros, por una buena cantidad, lo cual me proporcionó, desde entonces, una pequeña renta anual muy confortable.

Y a todo esto, yo no recuerdo haber sentido ni hambre, ni frío, ni sed, ni cansancio en toda la noche, ni que me pasara por las mientes la más remota idea de lo que la mujer gris me había declarado por la mañana, y, sin embargo, me pesaban los ojos como cuando se desea dormir, y tenía la boca escaldada y el estómago desfallecido, el cuerpo quebrantado y la cabeza atiborrada de todo linaje de ideas tristes.

Replicó el Saturnino á estas razones, y no se hubiera concluido la disputa, si en el calor de ella no hubiese roto Micromegas el hilo de su collar de diamantes, y caídose estos; que eran unos brillantes muy lindos, aunque pequeñitos y desiguales, que los mas gruesos pesaban quatrocientas libras, y cincuenta los mas menudos.

Si era verdad que parecía haber absorbido parte considerable de la infinita sustancia que en la tierra existe, también lo es que conservaba mucha ligereza en todo su cuerpo, y que no lo pesaban las mantecas.

Salían en la procesión doce mozos del coro con sendas hachas de cera que pesaban una arroba cada una, con ángeles pintados ó con flores naturales, otros llevaban pértigas de plata ó incensarios.

Sus ojos enrojecidos y fatigados brillaban en el fondo de las órbitas; sus labios apretados revelaban amargura e irritación. Allí estaba, petrificado en un dolor mudo. El deseo de acercarme a él me sacudió como un calofrío de fiebre. Pero, cuando quise levantarme, sentí como dos manos de hierro que pesaban sobre mis hombros y me hicieron caer de nuevo en mi asiento.

Pesaban sobre ella tres hipotecas, y cuando los acreedores se repartieron el producto de su venta no quedó á don Carlos otro recurso que alejarse de la parte más civilizada de la Argentina, instalándose en Río Negro, donde era poseedor de cuatro leguas de tierra compradas en sus tiempos de abundancia, por un capricho, sin saber ciertamente lo que adquiría.