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Por lo tanto, corrí atropelladamente al «Londón Brasilian Bank». Allí arrojé por el enrejado un cheque sobre el «Banco de Inglaterra», de mil libras, gritando esta deliciosa palabra: ¡En oro! Un cajero me respondió con dulzura: Tal vez le fuese más cómodo en billetes... Respondí sécamente: ¡En oro! Llené mis bolsillos; y en la calle tomé un coche.

Una palabra, señor Spadoni. Era monsieur Blanc, que me llevó aparte, entregándome un pequeño papel. Guárdeselo y no entre. Miré el papel: un cheque de un millón. ¡Puá! ¿Qué puede hacer un hombre con un millón?... Y al ver que lo arrugaba, tirándolo al suelo, el dueño del Casino me dió otro papel. Tome cinco y váyase.

La madre de Margarita estaba enferma. Pensaba en su hijo, que era oficial y debía partir el primer día de la movilización. Ella estaba inquieta igualmente por su hermano y consideraba inoportuno ir al estudio mientras en su casa gemía la madre. ¿Cuándo iba á terminar esta situación?... Le preocupaba también aquel cheque de cuatrocientos mil francos traído de América.

Hacía dos horas que había llegado a Florencia, y después de darme un baño en el Saboya, salí con el objeto de descontar un cheque en casa de French, antes de empezar mis investigaciones.

Una hora después, Tòni volvía á entrar en la gran cámara, llevando en una mano la carta abierta. No había podido resistirse á la tentación de violar su secreto, temiendo que la generosidad de Ferragut resultase excesiva, inadmisible. Protestó, tendiendo hacia Ulises el cheque extraído del sobre. ¡No puedo aceptar!... ¡Es una locura!...

Lástima que la guerra les pillase con tan poco dinero... Argensola odiaba á los Bancos más aún que á los Imperios centrales, distinguiendo con una antipatía especial al establecimiento de crédito que demoraba el pago del cheque de Julio. ¡Tan hermoso que habría sido presenciar los acontecimientos con toda clase de comodidades, gracias á esta enorme cantidad!... Para remediar las penurias domésticas volvía á impetrar el auxilio de doña Luisa.

Don Ramón, impulsado por su locuacidad y su fachenda, no supo lo que se dijo.... Su explicación de lo que era un cheque o libranza al portador entusiasmó al bandido, el cual le mandó al punto con amenazas que allí mismo, y en el acto, por valor de dos mil duros, le escribiese y le firmase un cheque.

Había encontrado al país en una de sus crisis periódicas. Pero aun así, había conseguido reunir cuatrocientos mil francos. En la cartera guardaba un cheque por esta cantidad. Más adelante le harían nuevos envíos. Un señor del campo, algo pariente suyo, cuidaba de sus asuntos. Margarita parecía satisfecha. También adoptó ella un aire de mujer grave, á pesar de su frivolidad.

Al rato los labios callaron su pla... pla, y en la piel aparecieron grandes manchas violeta. A la una de la mañana murió. Esa tarde, tras el entierro, Nébel esperó que Lidia concluyera de vestirse, mientras los peones cargaban las valijas en el carruaje. Toma esto le dijo cuando se aproximó a él, tendiéndole un cheque de diez mil pesos.

El lujo, sea como sea; el lujo democratizado, al alcance de todos, conseguido por el dinero, que no tiene sabor, ni olor, ni marca de origen. eres el omnipotente que puede dar el «auto» de buena marca y la sarta de perlas continuaba Castro . eres el sultán de las magnificencias. Te basta poner tu firma en un cheque para que una lluvia de oro doble una cabeza. ¡Aprovéchate!