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Como el escombro de caballo en que anda tiene los ojos vendados y no puede defenderse, por falta de fuerza y agilidad, cuando la púa del picador no resiste para contener el empuje del toro, este se aboca sobre el miserable rocin, le hunde las hastas aguzadas en el pecho y el vientre, lo despedaza y lo lanza á algunos pasos de distancia; quedando el picador tendido en el suelo, sin defensa, bajo la sangrienta y confusa mole del caballo y el toro.
Es el cortesano del Espada, su auxiliar, su lacayo pedestre. El picador, caballero en un esqueleto de caballo mas bien que un caballo, con las piernas aforradas en tablillas de fierro y pantalones de ante muy fuerte, y provisto de una larga púa, se presenta delante del toro, lo busca, lo acosa, lo pica sin piedad ni miedo, y aguarda como un autómata el tremendo golpe de la fiera irritada.
No..., no... ¡Ay, sí, sí, sí, Jacobito!... Ahorra me acuerrdo que sí, que vino Vicentito Astorrga y le rrecibí en el salón porrque no vierra semejante estaferrmo, y estuvo solo más de diez minutos... lo menos, lo menos. ¡Aquí tenemos ya la púa del trompo!... Vamos ahora mismo a casa del camisero.
Las vacas, mientras tanto, se animaban unas a otras. El pasó ayer. Pasa el alambre de púa. Nosotras después. Ayer no pasaron. Las vacas dicen sí, y no pasan, oyeron al alazán. ¡Aquí hay púa, y Barigüí pasa! ¡Allí viene! Costeando por adentro el monte del fondo, a doscientos metros aún, el toro avanzaba hacia el avenal.
Cayquíla persona geyun, y siendo tres personas; quieney Dios nitea, no son sino un solo Dios. Todo lo cual concluiré con manifestar las significaciones de las palabras mas comunes en dicha lengua . Alma, ó espíritu, púllú. Cabeza y cabello, lonco. Cara, age. Ojos, ge. Boca, uún. Lengua, queuún; y cuando es idioma, dugun. Nariz, yu. Dientes y huesos, voro. Cuerpo, anca. Vientre, pua. Mano, cúu.
Harta de retozar con los curas, se quiere hacer la obispa catoliquísima y meterse en el confesonario... ¡Perdida, borrachona, hipocritona!... púa de sacristía, amancebada con todos los clérigos... con el Nuncio y con San José...».
El hombre avanzó más, y el toro comenzó a retroceder, berreando siempre y arrasando la avena con sus bestiales cabriolas. Hasta que, a diez metros ya del camino, volvió grupas con un postrer mugido de desafío burlón, y se lanzó sobre el alambrado. ¡Viene Barigüí! ¡El pasa todo! ¡Pasa alambre de púa! alcanzaron a clamar las vacas.
¡Pasa, toro! ¡No púa, no nada! ¡Pasa todo! No va a pasar. ¿Qué pone? Alambre de púa... pero no va a pasar. ¡No hace nada púa! Bueno; haga lo posible porque no entre, porque si pasa se va a lastimar. El chacarero se fué.
Mediano rato empleó en sus meditaciones, y al terminarlas, vio sentada ante sí a la mujerzuela que con ojos esquivos y lloricones, a causa del picor producido por el espeso sahumerio, le miraba. Presentándole gravemente las palmas de las manos, Almudena le soltó estas palabras: «Gran púa, no haber más que un Dios... b'rracha, b'rrachona, no haber más que un Dios... un Dios, un Dios solo, solo».
En los postes nuevos, obscuros y torcidos, había dos simples alambres de púa, gruesos, tal vez, pero únicamente dos. No obstante su mezquina audacia, la vida constante en chacras había dado a los caballos cierta experiencia en cercados. Observaron atentamente aquello, especialmente los postes. Son de madera de ley observó el malacara. Sí, cernes quemados.
Palabra del Dia