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Todos anhelaban que se firmase de una vez la capitulación para salir de tan lastimoso estado; pero la capitulación iba despacio, porque los generales españoles querían sacar el mejor partido posible de su triunfo.

Los acreedores entraron en razón; guardaron secreto acerca del estado de sus negocios: sólo exigieron que Clementina firmase, en unión con su marido, los pagarés renovados. Poco después, la suerte favoreció un poco en la Bolsa a Osorio y pudo aletear como antes, aunque bajo la mirada recelosa de los hombres de dinero, que le pronosticaban unánimemente la quiebra más tarde o más temprano.

Además, podía llevarse todos sus libros; pero era preciso que abandonase la casa cuanto antes. Y el personaje, sacando su cartera para entregar tres billetes de mil pesetas, no sin antes invitar a Maltrana a que firmase un recibo, obsequió al joven con un nuevo discurso empedrado de buenos consejos. Había que acometer de frente la vida. La vida es seria; la vida no es un juego, joven amigo.

Ya ves mi moderación dijo el tendero murciano al presentar a la muchacha el documento para que lo firmase . Me limito a cobrarte sólo un veinticinco por ciento, a pesar del peligro que corro de quedarme sin mi dinero, porque, a despecho de todos tus buenos propósitos, no tengas un ochavo dentro de los seis meses y tengamos que renovar el pagaré, lo cual me traería grandísimos perjuicios.

Parecía que fuese ella la encargada de infundir ánimo. Morir no es tan horrible como parece cuando se ve de lejos... Siento vergüenza al pensar en los miedos que he pasado, en las lágrimas que llevo derramadas... Resulta más simple de lo que yo creía... ¡Todos hemos de morir! Le leyeron la sentencia, con la denegación del recurso de gracia. Después le ofrecieron una pluma para que firmase.

Envióles á decir que la firmase uno por él, que daría por bueno todo lo que los Capitanes hiciesen; con todo esto, el Zapata salió de allí y fué dando orden por toda la muralla que todos tomasen sus armas, porque los enemigos estaban de manera de querer dar el asalto.

Don Ramón, impulsado por su locuacidad y su fachenda, no supo lo que se dijo.... Su explicación de lo que era un cheque o libranza al portador entusiasmó al bandido, el cual le mandó al punto con amenazas que allí mismo, y en el acto, por valor de dos mil duros, le escribiese y le firmase un cheque.

Pues mirad: podré engañarme, pero ese don Juan no me gusta. ¡Y yo que traía á vuestra majestad para que la firmase una real cédula de merced, para ese don Juan, del hábito de Santiago!

El tendero murciano conoció la tontería que había hecho, pero conoció igualmente que tenía fácil enmienda, y explicó al de la carátula que los papelitos que allí escribiese y firmase ningún valor tendrían, porque habían de ir, para que valiesen, en hojas dispuestas de cierto modo y arrancadas de un librejo que él se había dejado en casa. Nada le valió con todo para apaciguar al de la carátula.