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Allí, en medio de esos deliciosos paisajes, tan poco lejanos de Báden-Báden, olvida uno con encanto las miserias de vanidad y ostentacion; de imposturas fascinadoras y codicia que se disputan la admiracion y los montones de oro en el Salon de conversacion; la sociedad sofística de la ciudad parece mas absurda, y se comprende cuánto mas vale la vida honrada y tranquila de los habitantes del valle del Mürg, que la estéril agitacion de los que pueblan los hoteles de Báden-Báden.

La bazofia y los condumios del ama de gobierno le parecían los manjares más deliciosos; el duro taburete en que se sentaba, mucho más blando que un sillón ministerial; y el aspecto rústico que tenían todos los objetos que encontraba y de que servía en casa de su amigo, eran el complemento de sus mejores ilusiones.

Tan pronto recordando los deliciosos detalles de sus primeros meses de matrimonio, las palabras dulces, las pruebas ostensibles de amor que su mujer le diera, su mujer, cuyos defectos eran los de todas las niñas demasiado mimadas, se ponía a imaginar que estaba bajo el poder de una maldita alucinación, una de las mil infamias que los enemigos de su suegro habían inventado para hacerles daño, y estaba a punto de volverse a Sarrió y meterse nuevamente en la cama; como apreciando y pensando los motivos que tenía para sospechar de ella, aquella grave escena que determinó la salida del Duque de la casa de sus suegros, su frivolidad y coquetería, la denuncia aunque embozada persistente del periódico enemigo, se le encendía la sangre de golpe y apretaba vivamente el paso. ¡Oh, desgraciados de ellos si era verdad! ¡Más les valía no haber nacido!

Habían, como el gentil caballero del antiguo cuento de hadas, venciendo mil obstáculos y dificultades, penetrado en los deliciosos jardines y luego en el encantado palacio donde, desde hacía muchos siglos, la hermosísima princesa estaba dormida.

Aun conociendo usted estos lugares tan bien como yo, es dificilísimo que llegue a comprender hasta qué punto yo los hallaba deliciosos: todos lo eran para , hasta el jardín que, ya lo ve usted, es bien modesto.

Pero son otra cosa. Si vamos a la mujer de Francia, tan refinada y que en algunos tipos deliciosos llega a ser exteriormente perfecta, ¿hay sin embargo, entre todas las heroínas de sus grandes escritores realistas, alguna que te sugestione por misma, por la expresión de una fisonomía interior inconfundible?

El paseo de los Jardines próximo á las cuatro hermosas calles que se cruzan, formando tan pintoresco cuadro, es el punto de cita y reunion de la sociedad de Munich. Los jardines del Tivoli y Hofgarten son tambien deliciosos. La capital del Austria, situada en una llanura, rodeada de muchas y variadas colinas, aparece desde luego á la vista del viajero como una ciudad de importancia.

Ya no imaginaba tantos héroes y heroínas, y los que le quedaban en la cabeza eran menos fantásticos, sus sentimientos menos alambicados, y se complacía en describir su belleza exterior; los colocaba en parajes deliciosos y pintorescos y acababan todas las aventuras en batallas o en escenas de amor.

La había conocido y tratado desde su primera humilde aparición en la gran ciudad de Lisboa, cuando ella no desdeñaba aún, sino que estimaba como el más delicado obsequio y regalo, que algún amigo generoso la llevase al Retiro de Camoens, taberna, casa de pasto o figón muy frecuentado y celebrado, a comer los excelentes petiscos que allí se hacían y a beber los deliciosos vinos de Colares y de Bucelas que allí se escanciaban.

De noche la acompañaba paseando por las calles más extraviadas, donde tuviera seguridad de no tropezar a algún conocido. Los domingos solía llevarla en coche a cualquier pueblecito próximo; merendaban, bebían lo bastante para ponerse alegres y regresaban con las mejillas rojas, diciéndose mil disparates deliciosos.