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Y como los fantasmas de los infelices en cuya suerte había él influido, continuaban flotando delante de sus ojos como si saliesen de la brillante superficie del río é invadiesen el aposento gritándole y tendiéndole las manos; como los reproches y los lamentos parecían que llenaban el aire oyéndose amenazas y acentos de venganza, apartó su vista de la ventana y acaso por primera vez empezó á temblar.

Todo lo advirtió el hijo del brigadier de una sola pero intensa mirada, y no sin pena, recordando el antiguo esplendor de su casa. ¡Oh, mamá! ¿cómo sigue V.? dijo avanzando con efusión hacia ella. Bien, ¿y , Miguel? contestó tendiéndole una mano. Miguel, que iba decidido a abrazarla, se detuvo ante aquella actitud y se contentó con tomarle la mano y apretarla contra su pecho.

Gallardo se separó de doña Sol, que contemplaba los preparativos de marcha del bandido con sus ojos indefinibles y la boca pálida, apretada por la emoción. El torero rebuscó en el bolsillo interior de su chaqueta y avanzó hacia el jinete, tendiéndole con disimulo unos papeles arrugados dentro de su mano. ¿Qué es eso? dijo el bandido . ¿Dinero?... Grasias, señó Juan.

Luego, volviéndose hacia Juan y tendiéndole la mano: ¿Cómo estáis, señor... señor... ¡bueno!... ya no me acuerdo de vuestro nombre, y, sin embargo, me parece que somos amigos antiguos... ¿señor?... Juan Reynaud. Juan Reynaud... eso es. ¡Buenas tardes, señor Reynaud! Pero lealmente os prevengo que cuando en realidad seamos antiguos amigos, os llamaré señor Juan. Es un nombre muy lindo Juan.

¿Qué me quiere mi amo? pregunta el viejo colocándose delante de los dos hermanos, sin soltar la pipa de barro que pende y se balancea entre sus labios. ¡Ahí lo tienes! dice Martín golpeando en el hombro al viejo, mientras asoma a su rostro una sonrisa de tierno respeto. ¿No me reconoces, David? pregunta Juan tendiéndole amigablemente la mano.

Y sin apartar de ellas los ojos profirió: ¿Vendrás mañana á despedirme? No respondió el mozo con firmeza. Haces bien. ¿Para qué llamar la atención de la gente? Y después de una pausa añadió tendiéndole la mano: Adiós, Nolo, que Dios te proteja como hasta ahora, que proteja á tus padres y á tus hermanos y al ganado que tenéis en la cuadra.

No os apuréis por eso, amado sobrino díjole doña Inés, tendiéndole su propia copa, después de haber sorbido en ella dos o tres traguitos. Bebiose el joven el resto, y sintió mirando a su bella tía, que un fuego interno le abrasaba, como si el añejo Oporto fuera un filtro de amor.

Supo que era él por el gesto indicador del jefe, porque un militar avanzaba sonriente, tendiéndole las manos.

La Fortuna le había azotado largos años, para dárselo todo a un tiempo: dinero y amor. Desde que Feli hizo su confesión, él no podía dormir sin que se cortase su sueño con visiones, en las que aparecía la hija del Mosco acariciándolo con la sonrisa, tendiéndole los brazos.

El caballero joven que había pasado la noche haciendo números, sumas y restas, dejó caer la cabeza sobre el pecho, agobiado de cansancio y de pena. Luego, levantándose, fue hacia la cama donde dormía la mujer hermosa. Ella, al oírle acercarse, despertó tendiéndole los brazos.