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En esta semiobscuridad movíanse insectos de alas vistosas; correteaban escarabajos de colores; desarrollaban su serpenteo los hilos de agua rezumados por la piedra, uniéndose en arroyos que descendían rumorosos por los bordes del camino. Sobre la masa uniforme del bosque elevaban las palmeras sus alminares empenachados.

La muchacha admiró las grandes tiendas de antigüedades y las de muebles con sus sillerías de sedas vistosas que alegraban los sombríos rincones del caserón. Isidro mostró a Feliciana un hombre obeso y cejudo que en la puerta de su tienda enseñaba unas planchas pintadas en cobre a dos señoras extranjeras. Aquel era su tío; debían pasar sin saludarlo, no creyera que iban a pedirle algo.

Comenzaron a moverse y a hacer modo de escaramuza por las sosegadas aguas, correspondiéndoles casi al mismo modo infinitos caballeros que de la ciudad sobre hermosos caballos y con vistosas libreas salían.

Esta noche cayó una fuerte tormenta de agua y viento, y me llevé el sombrero que lo necesitaba: pero en recompensa díole al rio lo que le faltaba para darnos paso franco. El 16 salimos al ser de dia, y encontramos tres playas; su senda de tres cuartas: dejábanse ver por una y otra orilla vistosas cejas de montes con famosas maderas.

Trotaban, arrastrando los pesados armatostes, las docenas de muías gordas y lustrosas salidas de las cuadras de los molinos, con los rabos encintados, las cabezas adornadas con vistosas borlas y entre las orejas tiesos y ondulantes penachos.

Horádanse las orejas y el labio inferior, del cual cuelgan plumas de muchos colores, y de éste traen pendiente un pedazo de estaño; llevan también en la cintura una bellísima faja de plumas muy vistosas por la diversidad y proporción de los colores.

Doña Josefa, con un vestido algo raído de lana y gran mantilla de un negro ya amarillento, entró solemnemente en la barraca, y después de algunas frases vistosas pilladas al vuelo á su marido, aposentó su robusta humanidad en un sillón de cuerda y allí se quedó, muda y como soñolienta, contemplando el ataúd. La buena mujer, habituada á oir y admirar á su esposo, no podía seguir una conversación.

Momentos antes contemplábamos el edificio de los conocimientos humanos, y nos llenábamos de orgullo al verle con sus dimensiones colosales, sus formas vistosas, su construccion galana y atrevida; hemos penetrado en él, se nos conduce por hondas cavidades, y como si nos halláramos sometidos á la influencia de un encanto, parece que los cimientos se adelgazan, se evaporan, y que el soberbio edificio queda flotando en el aire.

Una de ellas, la estacion de seca, empieza en el otoño, es decir, en el mes de abril y acaba en la primavera, en setiembre: la naturaleza cambia de aspecto; los árboles echan hojas nuevas y flores muy vistosas; una vegetacion la mas activa se ostenta por todas partes sobre aquel suelo poco ántes amortiguado por la sequedad del invierno y al que las lluvias vuelven á fecundar.

Quiso descansar un rato y se puso a examinar aquel lugar. Acercóse al cementerio. Estaba tan verde y tan florido, como si hubiera querido apartar de la muerte el horror que inspira. Las cruces estaban ceñidas de vistosas enredaderas, en cuyas ramas revoloteaban los pajarillos, cantando: ¡Descansa en paz!