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Casos, y no remotos, ha habido en que imaginaciones, las más medianas y áridas, han escrito obras dramáticas á granel, llenando los teatros de piezas insípidas y de ningún mérito, por cuyo motivo nada debe significar la simple fecundidad, cuando no va acompañada de verdadera poesía.

Y no obstante, esos oasis mortíferos, gracias á sus aguas cristalinas y al contraste que ofrecen con las soledades áridas, hacen surgir en el hombre la idea de un lugar de delicias y han llegado á ser el símbolo mismo de la felicidad.

De un lado de la bahía, el viejo fuerte Real, grave aun con el equívoco reflejo de su importancia pasada, pues rara vez consiguió detener los desembarcos ingleses. Del otro, inmensos depósitos de carbón. Atrás, montañas áridas y tristes. Es del otro lado de la isla, en la tierra alta, donde se vuelven a ver los extensos cafetales y las llanuras verdeadas por la robusta caña de azúcar.

Los últimos yerran, sin embargo, cuando, en vez de llenar dignamente el vacío de su repertorio, lisonjean la propensión de un populacho ignorante á recrearse con necios pasatiempos, propinándole novedades tan áridas como deplorables.

Cochabamba y sus cercanías fueron por algun tiempo el teatro de mis investigaciones; prosiguiendo luego mi marcha hácia el este, traspuse cien leguas de montañas bastante áridas, pero cortadas por fértiles y profundos valles.

El flaco macho que los había conducido quedaba en la posada de Las Tres Coronas, esperando tomar la vuelta a las áridas montañas de Teruel; y el padre y el hijo, con los trajes de pana deslustrados en costuras y rodilleras y el pañuelo anudado a las sienes como una estrecha cinta, iban por las tiendas, de puerta en puerta, vergonzosos y encogidos, como si pidiesen limosna, preguntando si necesitaban un criadico.

El barón hizo notar á Roger, que contemplaba admirado tan hermoso cuadro, el contraste que desde aquella altura presentaban las áridas llanuras gasconas del norte con las verdes praderas y las colinas pintorescas de la tierra navarra.

Vedlo allá cuál nada en el Océano de arena, y cuál hiende las áridas ondas con su pecho del delfín. Aprisa, aprisa: apenas toca con sus pies la faz de las arenas: aguija, aguija: ya se lanza envuelto en un turbillón de polvo.

No hubo más remedio que meter apresuradamente la ropa en los baúles y salir disparados a la estación. Sólo cuando el silbido de la locomotora anunció la salida y comenzaron a correr por las llanuras áridas que rodean a Madrid se calmaron un poco los nervios de la excitada niña.

Sólo era dable á la más exuberante fantasía inspirar alma y vida á definiciones abstractas y áridas de las facultades del alma; sólo la imaginación poética más extraordinaria podía infundir en lo sobrenatural forma y redondez plástica; sólo el buen sentido más exquisito podía volar sin precipitarse en las regiones de la metafísica y de la razón pura, y sólo, por último, la más decidida capacidad dramática era capaz de producir tanta animación é interés en este dominio y con tales personajes.