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Actualizado: 19 de junio de 2025


¡Ay, mi señor don Marcelo, qué a oscuras ha vivido una en estos andurriales, sin saber pizca de las pompas con que se regalan en el mundo las gentes poderosas! ¡Mire que tienen demontres estas hermosuras tan relumbrantes que nunca se soñaron aquí! ¿Qué te paez, hija mía? Padre, ¿qué le paez? ¡Mire que campa de veras!... ¡Vaya, vaya!

Si se ha de decir la verdad, Amparo, naturaleza violenta, irascible, sin pizca de imaginación y de inteligencia limitadísima, habíase olvidado enteramente del desabrimiento que con la Socorro había tenido; le dirigía la palabra con la misma confianza y desenfado que antes.

Esto de tener que decirle: no hay de qué, cuando uno tendria más gana de darle un cachete, ó de soltarle una tremenda, será indudablemente muy francés; pero no tiene pizca de español. Confieso que no lo puedo remediar, por mas que procuro contenerme y acomodarme á la necesidad de respetar lo que aquí se respeta.

Todo el mundo tiene afán de ser un poco agudo, un poco gracioso y hasta un poco travieso delante de las gentes, y de ahí las necedades y las inconveniencias; y casi a nadie se le ocurre ser sincero, con lo cual, buena educación y una pizca de sentido común, hay la garantía de no «quedar mal» allí ni en ninguna parte, que no es garantía floja en los tiempos esencialmente comunicativos que alcanzamos.

A ti, chiquilla, no te quiere ni pizca... lo que se llama querer cuando se trata de otra clase de madres. En fin, que te necesita para pantalla de sus incurables vanidades; y, como cosa suya, cuanto más hermosa sea la pantalla, mayor es su deseo de lucirla. Si fueras fea y tonta, antes se retiraría ella del mundo que presentarse contigo en él.

Yo quería a Leocadia y ella parecía no recibirlo mal; después, lo viste y yo no me hice ilusiones, ella me dejó: desde entonces he procurado ir poco a tu casa; me era penoso verla y, la verdad, hasta me ofendía su indiferencia, porque era prueba de que mi amor propio me había engañado. Vi claro que nunca me quiso ni pizca. Y ahora, ¿qué pasa?

Amparo observaba la sala, el piano de reluciente barniz, el menguado espejo, las conchas de Filipinas y aves disecadas que adornaban la consola, el juego de café con filete dorado, los trajes de las de García, el grupo imponente del sofá, y todo le parecía bello, ostentoso y distinguido, y sentíase como en su elemento, sin pizca ya de cortedad ni extrañeza.

Entonces sentía las cosquillas, pues no merecen otro nombre, las cosquillas de aquella infantil rabia que solía acometerla, sintiendo además en sus brazos cierto prurito de apretar y apretar fuerte para hacerle sentir al infiel el furor de la paloma que la dominaba. Pero la verdad era que no apretaba ni pizca, por miedo de turbarle el sueño.

Traía de la mano una niña, vestida a la moda, pero con sencillez y sin pizca de afectación de elegancia. Avanzó hacia Fortunata; interrogándola con aquella sonrisa angelical que vista una vez no se podía olvidar. Sentía la de Rubín una gran turbación, mezcla increíble de cortedad de genio y de temor ante la superioridad, y se puso muy colorada, después como la cera.

Al principio ... te diré... replicó el Delfín buscando las callejuelas de una explicación algo enojosa . Pero más que por la deshonra se enfurecía por la fuga. Ella quería tener en su casa a la pobre muchacha, que era su machacante. Esta gente del pueblo es atroz. ¡Qué moral tan extraña la suya!, mejor dicho, no tiene ni pizca de moral.

Palabra del Dia

irrascible

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