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Actualizado: 2 de octubre de 2025


El oficio principal de Juanita era coser y bordar, para lo cual había desplegado aptitud superior a la de su madre. Juanita no tenía que emplearse en más bajas ocupaciones.

Usted escribirá continuó el personaje ; yo le daré las ideas; y con esto creo que su trabajo será coser y cantar, como quien dice... Usted es un joven discreto que «se entera» de las cosas, y tendrá cuidado de no «salirse del tiesto» mezclando en la obra ideas de esas diabólicas y modernistas que se traen los muchachos de estos tiempos.

En otra silla está la loza, mucha loza y muy fina, y en cada plato una fruta pintada: un plato tiene una cereza, y otro un higo, y otro una uva: da en el plato ahora la luz, en el plato del higo, y se ven como chispas de estrella: ¿cómo habrá venido esta estrella a los platos?: «¡Es azúcardice el pícaro padre: «¡Eso es, de seguro!»: dice la madre, «eso es que estuvieron las muñecas golosas comiéndose el azúcarEl costurero está en otra silla, y muy abierto, como de quien ha trabajado de verdad; el dedal está machucado ¡de tanto coser!: cortó la modista mucho, porque del calicó que le dio la madre no queda más que un redondel con el borde de picos, y el suelo está por allí lleno de recortes, que le salieron mal a la modista, y allí está la chambra empezada a coser, con la aguja clavada, junto a una gota de sangre.

Es que así se dicen todas las cosas, y luego ... el diablo las enreda.... En cuanto una se pone un día un poco vestida.... Hija, ¡qué lenguas!... Ya se ve, ustedes están acostumbrados á oir que una señora gasta el oro y el moro para salir á la calle medio decente; y como nosotras no tenemos rentas, en cuanto nos ven algo majas, ¡es claro!, en seguida, que se lo regalan á una.... ¡Como no regalen!... Ni la rubia ni yo tenemos otras rentas que la peseta que ganamos á coser en las casas adonde nos llaman, y la jícara de chocolate, por la mañana y por la tarde, que nos dan además, como usté sabe.

Su padre lo declaraba a todo el mundo... Después de comer en dulce compaña, con la satisfacción de los que saben que su pan está bien ganado, él, otra vez al campo y ella a coser, a cuidar del gallinero, a vigilar el amasijo de las teleras.

Se llama a la mujer del zapatero. ¿Hay un convite que necesita aumento de brazos en otra parte? ¿Hay que dar de prisa y corriendo ropa a lavar, a coser, a planchar, mil recados, en fin, extraordinarios? La mujer del zapatero, el zapatero.

Yo no quiero ser sabia, vamos, sino saber lo preciso, lo que saben todas las personas de la buena sociedad, un poquito, una idea de todo..., ¿me entiendes? ¿Sabes coser? . ¿Sabes planchar? Regularmente. ¿Sabes zurcir? Tal cual. Y de guisar, ¿cómo andamos? Así, así. Me convienes, chica. Nada, nada, te digo que me convienes, y no hay más que hablar. Pues a no me convienes . ¡Boa constrictor!

Pues ¿y la cuñada mademoiselle Dosne, la ninfa Egeria del presidente?... Era cosa graciosísima verla coser los botones de la bata de son beau-frère Adolphe... Parecía el ama de llaves de un notario acomodado. ¡Era una trinidad deliciosa!

Hermano, está bien dijo con desaliento . Puedes más que yo: cúmplase tu voluntad. Que se quede, ya que así lo quieres. ¡Pero que no la vea...! Quedaos: quien se va soy yo. La máquina de coser sonaba desde el alba hasta la noche en la casa de los Luna. Este ruido metálico y el martilleo del zapatero eran las únicas manifestaciones de trabajo que turbaban el sagrado silencio del claustro alto.

Sobre un costurero abierto, donde Ana al ver entrar a sus amigas puso sus enseres de coser y los ajuares de niño que regalaba a la Casa de Expósitos, habían dejado caer Adela y Lucía sus sombreros de paja, con cintas semejantes a sus trajes, revueltas como cervatillos que retozan. ¡Dice mucho, y cosas muy traviesas, un sombrero que ha estado una hora en la cabeza de una señorita!

Palabra del Dia

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