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Actualizado: 9 de julio de 2025
-Con todo eso -dijo Sancho- que vuesa merced me ha dicho, no es bien que se quede sin agradecimiento de nuestra parte docientos escudos de oro que en una bolsilla me dio el mayordomo del duque, que como píctima y confortativo la llevo puesta sobre el corazón, para lo que se ofreciere; que no siempre hemos de hallar castillos donde nos regalen, que tal vez toparemos con algunas ventas donde nos apaleen.
Es que así se dicen todas las cosas, y luego ... el diablo las enreda.... En cuanto una se pone un día un poco vestida.... Hija, ¡qué lenguas!... Ya se ve, ustedes están acostumbrados á oir que una señora gasta el oro y el moro para salir á la calle medio decente; y como nosotras no tenemos rentas, en cuanto nos ven algo majas, ¡es claro!, en seguida, que se lo regalan á una.... ¡Como no regalen!... Ni la rubia ni yo tenemos otras rentas que la peseta que ganamos á coser en las casas adonde nos llaman, y la jícara de chocolate, por la mañana y por la tarde, que nos dan además, como usté sabe.
No señor, si no me deja usted explicarme.... Si yo quiero salir de aquí; si precisamente... pero en cuanto a lo de irme a la fonda, no señor. Una cosa es que una tenga sus caprichos y una buena voluntad, ¿entiende usted? y otra cosa que a una la regalen a los amigos, y la lleven y la traigan... y.... Pero, Petrica, si no es eso, si yo por tu bien.... Don Álvaro bajaba la voz y Petra la levantaba.
¡Oh, siempre estás con esa tonadilla!... Me parece que te haces la modesta para que te regalen el oído... Demasiado sabemos todos que tú puedes brillar como la primera... Tienes unos ojos como no hay otros... eres esbelta, elegante, distinguida; ¿quiere usted más, mademoiselle Huesitos?... Lo que hay, señorita, es que usted tiene más de aquí que de aquí...
¿No era cosa que clamaba al cielo que, mientras ellos comían los mendrugos de la miseria, él, atado al potro de una oficina, esclavo de un sueldo miserable y expuesto el día menos pensado a un puntapié del ministro; ella, lidiando con el trajín de la casa, sin más criados que aquella indiecita y la italiana, remendando ropa, punteando medias y hasta fregando cacerolas, si era menester; Quilito, ese pobre muchacho, obligado, muchas veces, a hacer mal papel entre sus amigos, él, que nació entre encajes; los Esteven, ladrones de su fortuna, se regalen y se den la gran vida con lo que no es de ellos, con lo que han robado, sí, señor, robado?
Palabra del Dia
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