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Actualizado: 2 de junio de 2025


Al otro lado del muro sonaba un zumbido ascendente igual al de la marea. Oyó gritos, le pareció que unas voces roncas y discordantes cantaban la Marsellesa. Las ametralladoras funcionaban con velocidad, como máquinas de coser. El ataque iba á quedar inmovilizado de nuevo por esta resistencia furiosa. Los alemanes, locos de rabia, tiraban y tiraban.

Calma, amiguito contestó don Gil, poniéndole la mano en el pecho: ¿recuerda usted mi gorro y mis calcetas, un primor de costura y de corte? ¿Y qué tiene eso que ver con la...? Vamos allá. Pues ese traje, ese gorro, esas calcetas, me las hicieron doña Nicolasa y doña Bibiana Remolinos, personas eminentes en el arte de coser, á quienes tendré el gusto hoy mismo de presentar á usted.

Pues no otro... Aguárdese un poquito... voy a contarle el de La peña encantada... Vamos, no se acerque tanto a , que no puedo coser. «Una vez era un rey y tenía tres hijas muy hermosas, muy hermosas, muy hermosas. La primera se llamaba Clara, la segunda Ana, la tercera María. Este rey se fue a la guerra, y dejó el reino encargado a un hermano que era muy malo, muy malo, muy malo...»

Mientras hablaba así y mortificaba a don Andrés, Juanita apretaba el paso, y cuando estuvo ya cerca de su casa dio una carrerita, llegó a ella, abrió a escape con la llave que guardaba en el bolsillo y cerró la puerta de golpe. Tratando de distraer su mal humor, Juanita se puso a coser con precipitación, como si tuviese que terminar una tarea.

Suele el coser y el labrar, y el estar siempre ocupada, ser antídoto al veneno de las amorosas ansias. Las doncellas recogidas que aspiran a ser casadas, la honestidad es la dote y voz de sus alabanzas. Los andantes caballeros, y los que en la corte andan, requiébranse con las libres, con las honestas se casan.

Hacía días que se venía anunciando el regreso de las tropas, y mi tía, cuya casa estaba situada en una de las principales cuadras de la calle de la Victoria, aceptando la oferta de su gran amigo correligionario don Narciso, tenía ocupadas a todas las sirvientas de la casa en coser piezas y piezas de coco blanco y azul para adornar los balcones con ellas y con una gran cantidad de banderas y gallardetes de toda clase que le había prestado, según ella contaba, un comisario de policía, gran amigo suyo.

Mientras tanto, Andrés y él seguían tiroteándose como dos grandes amigos. Rosa, que conocía bien a su padre, guardaba silencio obstinado, aplicándose a coser. Al cabo de un rato Tomás la llamó. Rosa. ¿Qué quería? Ven acá. La chica se levantó y fue hacia su padre.

Es claro, esa muchacha es de suyo vistosa y arrogante; después, tiene unas manos divinas para cortar y coser, y hace un vestido de baile aunque sea de unas enaguas.... Si no digo yo lo contrario.... Y al verla en la calle compuesta, como ella tiene aquel semblante y aquel cuerpo..., ¡uf!, lo que menos se figura la gente que lo ha ganado de mala manera.

Ya tenía su lugar fijo en el gabinete de Barbarita, una silla baja; y lo mismo era sentarse que empezar a hacer media o a coser. Llevaba siempre consigo un gran lío o cesto de labor, calábase los anteojos, cogía las herramientas, y ya no paraba en toda la noche. Hubiera o no en las otras habitaciones gente de cumplido, ella no se movía de allí ni tenía que ver con nadie.

Una tarde, mientras se quitaba el corsé, me dijo: «Mira si el Señor es bueno que, según la doctrina, lo primero es amar a Dios sobre todas las cosas, y fíjate en que no dice sobre todos los hombresLos días en que se confesaba me decía entre caricias y besos: «Chico, esto es coser por la mañana y deshacer la labor por la noche.» ¡Pobre muchacha!

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