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Actualizado: 26 de junio de 2025
Mas una legión de ninfas y de amores que retozan en aquel instante por la pomarada de D. Félix asoman su cabeza por encima de las paredillas y de las zarzas que la recubren para contemplar á la gentil aldeana, señalan con el dedo sus labios de cereza, sus ojos negros brillantes, su marcha airosa, cuchichean y sonríen. ¡Allá va Flora!
Bosques de álamos blancos y de muchos árboles gigantescos se suceden, alternando á veces con hermosas praderas, donde saltan y retozan los magníficos potros, las lustrosas vacas y las robustas ovejas de las crias escogidas pertenecientes al patrimonio real, ó á varios propietarios que poseen terrenos en las márgenes ó vegas del Tajo.
Por este tiempo se pueden recorrer á caballo todas esas llanuras poco ántes inundadas; los ganados retozan libremente por los verdosos y dilatados campos, y finalmente, la provincia de Moxos muestra con ufanía todo el completo de su vasta superficie.
Sobre un costurero abierto, donde Ana al ver entrar a sus amigas puso sus enseres de coser y los ajuares de niño que regalaba a la Casa de Expósitos, habían dejado caer Adela y Lucía sus sombreros de paja, con cintas semejantes a sus trajes, revueltas como cervatillos que retozan. ¡Dice mucho, y cosas muy traviesas, un sombrero que ha estado una hora en la cabeza de una señorita!
En el agua, cuatro o cinco personas de uno u otro sexo retozan bajo la vigilancia de cuatro maestros nadadores, que están pensando en otra cosa; al pie de la columnata hay una profusión de mesitas de te, rodeadas de bañistas, con trajes de baño y con peinadores, que se han guardado muy bien de remojarse.
Ha pasado la noche dolorosa, nuestra noche fatídica y amarga... Auras de paz retozan en la tierra y platean el cielo nuevas albas... En las yermas campiñas y en las selvas con la sangre del pueblo bautizadas, lanza el toque de diana la corneta y resucita la moderna Esparta...
Pero mas cosas sabe él de sí mismo que su ayuda de cámara, y por esto es todavía ménos grande á sus propios ojos; por esto aun en sus mejores años, necesita cubrir con un velo la puerilidad que se abriga en su corazon. Los niños rien y juguetean y retozan: y luego gimen y rabian y lloran, sin saber muchas veces porqué: ¿no hace lo mismo á su modo el adulto?
Están entornadas las maderas; en la suave penumbra, la luz que se cuela por la persiana marca en el techo unas vivas listas de claror blanca. Adornan las paredes cuatro fotografías de los tapices de Goya. Las esbeltas figuras juegan, bailan, retozan, platican sentadas en un pretil de sillares blancos; el cielo es azul; a lo lejos la crestería del Guadarrama palidece.
Palabra del Dia
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