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Sus dignos camaradas de generalato le siguen no cuántos procesos de carácter político; pero lo peor es que, recientemente, han empezado a acusarle por el asesinato del ingeniero. Nadie cree ya en el accidente del automóvil. Parece que fueron muchos los que presenciaron lo ocurrido desde sus ventanas prudentemente entornadas.

En el cuartito había unos veinte individuos; los más conspicuos del belarminismo y del antibelarminismo. Estaban entornadas las maderas del balcón, para que no se introdujese el ruido de la calle. Sentaron a Belarmino muy cerca de un gran cortinón de velludo, color oro viejo. Belarmino parecía sumido en completa insensibilidad, como amputado del mundo de las cosas vivas.

Cuando D. Francisco, transido de dolor, se acercaba á la abertura de las entornadas batientes de la puerta y echaba hacia adentro una mirada tímida, creía escuchar, con la respiración premiosa del niño, algo como el chirrido de su carne tostándose en el fuego de la calentura.

Al volver á la estación se refugiaron, huyendo del calor, en un saloncillo con divanes de terciopelo polvoriento. Para distraerse mientras esperaban el tren, Freya sacó de su bolso una cigarrera de oro, y el leve humo del tabaco egipcio cargado de opio volteó en los chorros de sol de las ventanas algo entornadas.

Fue Juanita a casa de doña Inés tan pobre y modestamente vestida como si saliese de un beaterio, y tan modosita en el hablar, en la voz y en los modales, que parecía, sin visos ni asomos de afectación, una criatura seráfica. Esto, sin duda, hubo ya de entreabrirle o de ponerle entornadas las puertas del corazón de doña Inés, la cual sabía mucho y pensaría y diría en su interior.

Como eran amigas del sacristán, vecino de Cándida, pudieron colocarse en la escalera de la capilla hasta vislumbrar, por entre puertas entornadas, la mitra del patriarca y dos velas apagadas del tenebrario, un altar cubierto de tela morada, algunas calvas de capellanes y algunos pechos de gentiles hombres cargados de cruces y bandas; pero nada más.

Entretanto sus ojos acechaban la casa vecina. ¡Cuán intensa fascinación cobraron entonces para él, en la frescura matinal y entre el canto de los pájaros, aquellas entornadas celosías que le hacían pensar en el sueño de su amada! Cierta tarde, entre un claro del ramaje, vio pasar a Beatriz, que no quitaba los ojos del seto. El mancebo se mostró.

Están entornadas las maderas; en la suave penumbra, la luz que se cuela por la persiana marca en el techo unas vivas listas de claror blanca. Adornan las paredes cuatro fotografías de los tapices de Goya. Las esbeltas figuras juegan, bailan, retozan, platican sentadas en un pretil de sillares blancos; el cielo es azul; a lo lejos la crestería del Guadarrama palidece.

Tras las rejas enmohecidas no aparecía ningún resquicio de maderas entornadas por el cual se pudiera filtrar una mirada humana. «Esto es tan solitario, hija mía dijo el marido, quitándose el sombrero y riendo , que puedes armarme el gran escándalo sin que se entere nadie». Juanito corría.