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Actualizado: 4 de julio de 2025
Andaba lentamente, tambaleándose, con las manos extendidas como si temiese tropezar, porque estaba medio ciego, y así llegó sin ver a la marquesa hasta el lecho de Diógenes, y allí comenzó a palpar hasta tropezar con una mano de este; entonces, con sonrisa de niño que contrastaba con sus cabellos blancos, con voz cascada pero dulce, que el asma atroz que padecía tornaba un poco premiosa, dijo muy bajo: ¡Perico..., Periquito..., hijo mío!
Siempre con el miedo horrible de que en fatídica hora su maldicion alcanzase al hijo de sus congojas, su único bien en el mundo, aquella noche en que llora por la tardanza de Ataide, una fatídica sombra su delirante cabeza asalta y la vuelve loca: nunca más vivo el recuerdo de la noche tormentosa de su desdicha la aqueja; la faz repugnante y torva, por el deseo irritada, de su asesino, medrosa cual si pasado no hubieran los años, abrumadora, impregnada de amenazas, en frio pavor la ahoga; y ya no reza ni siente crujir la puerta premiosa del huerto, ni unas pisadas sobre la arena sonoras; pero Radjí se levanta penosamente, la cola menea, con sus gruñidos la atencion de Ayela evoca, que de su estera se alza y á la puerta llega ansiosa, palpitante, en el momento en que Ataide al umbral toca, y muriendo de alegría entre sus brazos se arroja.
No hay en ellas nada de depresivo para ti... Por otra parte, nada tampoco tengo que decir de tu comportamiento personal... Es irreprochable... Y no ignoro que eres, por tu nacimiento y tus particulares prendas, digna de mi sobrino... Y aun ve si soy sincera: añado que, a mi entender, Pedro, al menos hasta ahora, no piensa en ti más de lo que tú piensas en él... Pero, al cabo, es deber de una madre... ¿no soy yo como una madre para ti?... es deber de una madre prever aun lo imposible cuando entra en juego el interés y la dicha de sus hijos... ¡Sé bastante generosa para escucharme hasta el fin!... Pues bien, si alguna vez pudiese entrar en la cabeza de mi sobrino y ceder a la tentación del atractivo que el fruto prohibido tiene para los vividores hastiados como él, me creeré en la imperiosa obligación de oponerme, por todos los medios posibles a la realización de su capricho... Voy, hija mía, a ponerte al corriente de nuestros secretillos de familia. ¡Tan grande es la confianza que me inspiras!... Mi sobrino Pedro no tiene sino... una insignificante fortuna, que basta apenas, aun sumadas las larguezas que yo agrego, que basta apenas, decía, a persona de su nombre y aficiones, para llevar pasablemente y con cierto decoro su vida no ejemplar de soltero... Supón que en una hora de locura se case con una muchacha sin dote... es la estrechez... la miseria... y, lo que es peor, a la larga un detestable hogar... porque mi sobrino, ya su capricho satisfecho, concluiría por tomar aborrecimiento a la mujer que lo habría reducido a una premiosa existencia... Verdad que hasta ahora es el heredero de mi fortuna, mas en primer lugar no he muerto... y puedo vivir todavía muy bien una treintena de años.
Ella, un poco premiosa para obedecer, objetó: ¿Pero de verdad tienes rota una cosa en el pecho y otra en la frente? No, preciosa, no te apures; son bromas que yo le digo a tu hermano. Salvador la atrajo a sus rodillas y la acarició tiernamente. Son bromas del padrino, Carmen; anda, corre a jugar. Se fué con su paso majestuoso y su aire noble de madona.
Cuando D. Francisco, transido de dolor, se acercaba á la abertura de las entornadas batientes de la puerta y echaba hacia adentro una mirada tímida, creía escuchar, con la respiración premiosa del niño, algo como el chirrido de su carne tostándose en el fuego de la calentura.
Como mi presencia no podía chocar allí en aquellos días en que la caridad no cesaba de llamar á las puertas de los náufragos, logré que el viejo pescador me recibiera mucho mejor de lo que yo esperaba de su rudeza habitual. Y ¿cómo se encuentra usted ahora? llegué á preguntarle. Con el Práctico á bordo desde ayer me respondió con su voz de siempre, aunque más premiosa.
Palabra del Dia
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