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Actualizado: 6 de julio de 2025
Como los otros aspirantes á la presidencia pertenecían al ejército, la candidatura gubernamental usaba el título de «antimilitarista». Castillejo y otros compañeros de generalato, que habían fusilado centenares de hombres, quemado estaciones y pueblos, y vivían en plena paz con la misma violencia que cuando hacían la guerra, pronunciaban discursos sobre discursos, cantando las excelencias de ser gobernados por un «civil» y la necesidad de terminar con el militarismo.
En realidad, le había interesado, aunque ligeramente, esta desconocida, rubia, alta, con un aspecto de vigor esbelto, de ágil soltura, como las gimnastas y las amazonas. Pues es «la Generala» continuó Castro, sin parar mientes en la falta de curiosidad de su amigo . Este generalato no hay que tomarlo en serio. Es un apodo cariñoso.
Castillejo no podía sufrir que lo comparasen con sus rústicos camaradas de generalato. Es un hombre de progreso, casi un sabio. Admira á los Estados Unidos por las armas de fuego y los automóviles que se fabrican aquí. Esto no es mucho, pero es algo. Para ser general mejicano no resulta indispensable conocer la existencia de Edgardo Poe y de Emerson.
El príncipe sonrió al ver cómo imitaba las palabras y gestos de las dos señoras. Clorinda es americana continuó Castro , pero americana del Sur, de una pequeña República donde sus padres, abuelos y bisabuelos han sido presidentes, hombres de guerra y padres de la patria. Su generalato no es sin fundamento.
Juanito sonreía, acariciándose el bigote. Era su gesto favorito, y levantaba con satisfacción la manga, adornada con galones de sargento. No era un cadete cualquiera: era un «galonista», y esto, aunque fuese poca cosa para el que sueña con el generalato, siempre resultaba un paso adelante... No, no iba a los toros; era un aficionado de verdad, pero se sacrificaba por hablar toda una tarde con la novia a la puerta de su casa, en el silencio de las Claverías. La abuela había bajado al jardín, y el Azul de la Virgen no tardaría en salir, dejándole el campo libre, como si no se enterase de nada. ¡La gran tarde, amigo Gabriel!
Sus dignos camaradas de generalato le siguen no sé cuántos procesos de carácter político; pero lo peor es que, recientemente, han empezado a acusarle por el asesinato del ingeniero. Nadie cree ya en el accidente del automóvil. Parece que fueron muchos los que presenciaron lo ocurrido desde sus ventanas prudentemente entornadas.
Palabra del Dia
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