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La zeda y la ese se confunden y unimisman en sus bocas, así como la ele, la ere y la pe. ¿Quién sabe si sería alguna maestra de miga cordobesa la que dijo a sus discípulas: «Niñas, sordado se escribe con ele y precerto con pe»? Pero si en la pronunciación hay esta anarquía, en la sintaxis y en la parte léxica, así las cordobesas como los cordobeses, son abundantes y elegantísimos en ocasiones, y siempre castizos, fáciles y graciosos.

Se ponen en una cacerola con miga de pan rallado, perejil, ajo, pimienta y manteca; cuando han hervido se agrega una copa de jerez, se les da otro hervor, y se sirven.

Si quiere de lo mío... respondió la muchacha sonriendo. Bueno; a ver ese pan tuyo. Se fué a la cocina. La criada levantó la tapa de la masera, y don Mateo sacó un medio pan de centeno, bastante negro. Este pan moreno en otro tiempo no me disgustaba dijo cortando un pedazo. ¡Viva la gente morena! añadió paseando por la boca un bocado de miga, pues con la corteza hacía años que no se atrevía.

Mucho, mucho, y tengo que decir a usted que era uno de los hombres más sencillos, hablemos claramente, más tonto que han comido pan en el mundo. Le traté mucho. ¡Qué hombre, Santo Dios! Una vez le hicimos creer que con miga de pan se quitaban las canas, y andaba con la cabeza hecha una panadería.

Pareciole muy bien a Doña Francisca, cuando arriba llegó, sofocada de la interminable escalera; y si le parecía mal, cuidaba de no manifestarlo, abdicando en absoluto su voluntad y sus opiniones. El flexible, más que flexible, blanducho carácter de la viuda, se adaptaba al sentir y al pensar de Juliana; y viendo esta que se le metía entre los dedos aquella miga de pan, hacía bolitas con ella.

El Obispo había hablado a los señores del margen, a la Audiencia Territorial ni más ni menos mal que al común de los fieles». El actual regente que no era Quintanar había dicho, en confianza, a un oidor que el sermón no tenía miga. El oidor había corrido la noticia, y el fiscal se atrevió a decir que el Obispo no se iba al grano. Para irse al grano Glocester.

LOMO DE CERDO A LA JUNCADELLA. Se cortan unos buenos filetes de lomo de cerdo fresco y se aplastan, mojándolos con un poco de manteca de cerdo en líquido; seguidamente se pasan por miga de pan blanco rallado, mezclando un poco de ajo y perejil; luego se aplastan un poco y se fríen con manteca de cerdo bien caliente, y retíranse con bonito color dorado.

La discusión tomaba carácter personal y agresivo; solía esto ocurrir a la hora de la sobremesa; las tazas del café chocaban furiosas contra los platillos; don Manuel, trémulo de coraje, vertía el anisete al llevarlo a la boca; tío y sobrino alzaban la voz mucho más de lo regular, y después de algún descompasado grito o frase dura, había instantes de armado silencio, de muda hostilidad, en que las chicas se miraban y Nucha, con la cabeza baja, redondeaba bolitas de miga de pan o doblaba muy despacio las servilletas de todos deslizándolas en las anillas.

Fernando, advertido por el codo del compañero, se fijó en sus cabellos, de un rubio obscuro, recogidos en forma de casco; en sus ojos claros y temblones como gotas de agua marina, que se elevaron unos instantes del libro para mirarle con tranquila fijeza; en el color blanco de su cuello, una blancura de miga de pan ligeramente dorada por el sol y la brisa del mar.

Lo único que haré será contarle á usted un cuento, y allá verá usted si le sirve de algo para resolver el problema que tanta guerra le da. Venga el cuento, señor Cura; que yo procuraré sacarle toda la miga que tenga. Pues, óigale usted.