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¿Dónde? En su casa. Es largo de contar... dejémoslo para otra noche. Era sin duda cosa delicada para dicha delante de testigos, y estos eran: Olmedo con Feliciana, el pianista ciego, que en los descansos solía agregarse a aquella plácida tertulia, y una señora jamona, fiel parroquiana del café de nueve a doce.

Maltrana, oyendo estos lamentos de dueña de casa, pensaba nostálgicamente en el pasado. ¡Qué dulce recuerdo el de los paseos por los desmontes inmediatos al Canalillo, el de los descansos en los merenderos de Amaniel, hablando de amor, pasándose las naranjas de boca a boca, contentos del sol que les metía en el alma la alegría de su luz, gozosos de la noche que les protegía con su sombra, dando a sus caricias un nuevo encanto con la sonoridad de los nocturnos ecos!... Todo había huido para siempre; estaba lejos, tan lejos como parecía estar aquella Feli de los buenos tiempos, alegre, risueña y rebosando la admiración, de esta otra, afeada por la maternidad, triste por la miseria, y con gesto de desaliento, como si ya no tuviese fe en el porvenir de su hombre y se resignara a llevar la peor parte, cuidándolo como un niño grande, más por conmiseración maternal que por apasionamiento amoroso.

En los tres descansos se veían jardinillos bastante descuidados, pero que tenían ese encanto misterioso y poético que la Naturaleza presta a los lugares que el hombre le abandona. Los arbustos habían crecido desmesuradamente y tejían sus ramas, formando bosquecillos impenetrables. Las flores eran escasas y crecían donde los arbustos no les quitaban la luz.

El mismo licenciado, amigo del autor, dice tambien que la obra de Acosta, «no fué criada como otra en los descansos de sus naturalezas i patrias, sino en la dureza de tristes cautiverios, cual él los padeció en la Africa, en la Asia i en la China. Allí probó i esperimentó con el trabajo que se puede pensar todo lo que escribe de plantas i drogas

Y poniéndose en pie, Leonora dio dos pasos en la blanca barca, imprimiéndola un fuerte balanceo, y besó varias veces a Rafael, que soltando los remos se defendía entre risas. ¡Loca! Así no llegaremos nunca. Con descansos como estos se hace poco camino, y yo te he prometido llevarte a la isla.

Todos sufrían la misma duda cruel: «No comprendemos.» Y su duda hacía aún más dolorosa la marcha incesante, una marcha que duraba día y noche con sólo breves descansos, alarmados los jefes de cuerpo á todas horas por el temor de verse cortados y separados del resto del ejército. «Un esfuerzo más, hijos míos. ¡Animo!

Cuando nacían con los oídos del espíritu cerrados a cal y canto para las voces de la belleza, pasaban la existencia en los bosques inmediatos a Madrid, persiguiendo, escopeta en mano, a las reses cornudas y bostezando de fastidio en los descansos de la caza, mientras las reinas se alejaban cogidas del brazo de algún guardia de corps.

La que tocaba el harmonium hacía en los descansos unos ritornellos muy cursis. Pero a pesar de estas profanaciones artísticas, la iglesita estaba muy mona, como diría Manolita, apacible, misteriosa y relativamente fresca, inundada de la fragancia de las flores naturales. A Fortunata le tocó al lado Mauricia.

Algunas veces, este viaje, en el que resultaban más largos los descansos que las marchas, se veía perturbado por alguna pelea que hacía correr la sangre; pero nadie se escandalizaba, pues no es verosímil que una gente que va con armas y ha hecho viajes á través de los Andes pueda vivir en común durante varias semanas, bailando y bebiendo con mujeres, sin que los cuchillos se salgan solos de sus fundas.

Y esto fue largo, muy largo, pues que llegó a medirse por horas, con algunos descansos breves, durante los cuales se movían o se renovaban muchos de los congregados, andando de puntillas y devorando suspiros y sollozos, y volvía a oírse adentro el estertor acompasado del moribundo, y afuera el mugir de los vendavales.