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No tardó en aparecer otra madre furiosa, que más que mujer parecía una loba, y la emprendió con otro de los mandingas a bofetada sucia, sin miedo a mancharse ella también. «Canallas, cafres, ¡cómo se han puesto!». Y al punto fueron saliendo más madres irritadas. ¡La que se armó!

¿Y por qué te querían asesinar esos cafres? Porque les dije mil perrerías. Después, cuando me llevaron a la tienda, todos se reían de . Luego me dieron vino, obligándome a beberlo, y yo mientras más bebía más charlaba, diciendo atroces disparates y frases graciosas, hasta que me quedé como un cuerpo muerto.

Tres cafres de allende el Pirineo caminan mudos y sienten dolor en su alma, al cumplir el deber cristiano que tienen de pronunciar esta justa censura. ¿Qué Plaza es esta? pregunta el brigadier, medio amostazado todavía por la aventura del café-concierto. Es la célebre Plaza de la Concordia. ¿Y por qué es célebre? Por dos grandes bautismos de sangre.

, señor novelista; creo que es más fácil purgar el desierto de beduinos, arrojar los cafres de las costas de oro, y poblar de hombres la Nueva Zelanda en que viven los antropófagos, que purgar á Paris de esa civilizacion engañosa, de ésa fascinadora cultura, de esa idolatría chillona que comprende tan bien el secreto de hacerse admirar. =Resúmen de esta série. =

A ver... ¿Es que no quieres ser persona decente?... ¿Pero qué haces, gandul? ¿Te enjugas las manos en mi vestido? Quita allá, asqueroso. ¿No ves la toalla? Lo que digo; no quieres entrar por el camino de las personas decentes. Eres un salvaje... Ya se ve; no has tratado sino con cafres».

Un poco se sobrecogió porque aquellos cafres no se distinguían por un respeto exagerado al clero y la nobleza. Por eso al pasar dijo en alta voz y muy finamente: Buenas noches nos Dios. Algunas risotadas indecentes fueron la única respuesta á tan cortés saludo. D. Lesmes quedó acortado, pero dijo para su capote: «Menos malo si paso con esto». Pero no pasó.

Con mucho gusto, sobrina respondió mi tío doblando inmediatamente su diario. Creí serte grato dejándote entregada a tus pensamientos. ¿De qué vamos a disertar? ¿De la cuestión de Oriente, de economía política, de trajes de muñecas o de las costumbres de los cafres? Todo eso me importa poco, y respecto a las costumbres de los cafres, creo, tío, que tanto como vos.

Don Manuel se abandona á la más sombría desesperación; la infeliz é inocente Leonor muestra en esta situación deplorable el amor y la abnegación que siente por su esposo, y los dolores del niño, próximo á espirar, aumentan los males de ambos. Después que la fantasía del poeta agota estas terribles escenas, nos ofrece á Leonor robada por los salvajes cafres, que atacan á los fugitivos.

Por último, saliendo de Córdoba para Andújar, esos cafres nos han dejado en paz por algún tiempo. ¡Qué espantoso estado el de España! Y lo peor es que sucumbirá. ¡Qué días terribles nos aguardan!

No lo repudio á título de innovacion; yo admito todas las innovaciones posibles, cuando vienen autorizadas por una razon que las justifique y las recomiende, aunque los innovadores sean cafres. Repudio aquella costumbre alambicada, aquel alarde rebuscado y necio, porque desnaturaliza nuestro trato, despojándolo de su ingenuidad, de su poesía, de su belleza.