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Otros, en su inútil afán de restarle importancia y gravedad al alzamiento, despojándolo de su carácter racista, aseguran que los rebeldes no hacían armas contra el ejército leal, porque les repugnaba derramar sangre de hermanos. Los que tal dicen traen á colación y en apoyo de sus teorías, las famosas exploraciones de Livingston y Stanley al "Africa Tenebrosa".

No lo repudio á título de innovacion; yo admito todas las innovaciones posibles, cuando vienen autorizadas por una razon que las justifique y las recomiende, aunque los innovadores sean cafres. Repudio aquella costumbre alambicada, aquel alarde rebuscado y necio, porque desnaturaliza nuestro trato, despojándolo de su ingenuidad, de su poesía, de su belleza.

Volviendo las espaldas á su obra, la doble masa militar marchó hacía su campamento. Quedaba servida la justicia. Trompetas y tambores se perdieron en el horizonte, agrandados sus sonidos por el fresco eco de la mañana naciente. El cadáver fué depositado en aquel ataúd pobre, que más bien parecía una caja de embalaje, despojándolo antes de sus alhajas.

La veneracion pública borró el nombre de San Pedro y San Pablo, para llamar al nuevo edificio Santa Genoveva. La Asamblea constituyente borró el nombre de Santa Genoveva, para denominarlo el Panteon, despojándolo del culto católico. Napoleon I no le volvió el nombre de la santa; pero le devolvió su culto. La restauracion borra el nombre de Panteon, para llamarlo nuevamente Santa Genoveva.

Quedó indeciso el consejero, como si dudase entre caer sobre el insolente ó aplastarlo con su desprecio. Joven, usted no sabe lo que dice afirmó al fin con majestad . Usted es argentino y no entiende las cosas de Europa. Y los demás asintieron, despojándolo repentinamente de la ciudadanía que le habían atribuído poco antes.

Había durado horas, había durado días: en su memoria obscura aparecía esta marcha casi tan larga como toda su vida anterior. Cuando brazos amigos le ayudaron a subir al lecho y a la luz de un candil fueron despojándolo de sus ropas, experimentó Febrer una sensación de bienestar y descanso. ¡No levantarse más de estas blanduras! ¡Permanecer en ellas para siempre!...

Lubimoff no renunció á su rencor. Era Martínez y nadie más el que se colocaba entre ambos. Hasta entonces sólo había fijado su atención ligeramente en este muchacho, al que Toledo llamaba «el héroe». ¡Eran tantos los héroes en el momento presente! Su odio fué despojándolo del prestigio que le daban sus hazañas y su desgracia.