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Iba acompañado del conde de Negri, y esto le hizo comprender que el valiente vizcaíno, resistente hasta entonces a los halagos de la gente mojigata, se había dejado seducir al fin. Se saludaron y siguió adelante. Abriole la puerta Tablas.

Supe que sabía muy bien arábigo, y no solamente hablarlo, sino escribirlo; pero, antes que del todo me declarase con él, le dije que me leyese aquel papel, que acaso me había hallado en un agujero de mi rancho. Abrióle, y estuvo un buen espacio mirándole y construyéndole, murmurando entre los dientes.

Abrióle el señor Longinos, y miró y remiró la sortija. Muy rico es quien ha mandado montar este diamante dijo con una entonación particular el platero. En efecto, es grandemente rico; pero no se trata de eso. El valor de esa joya, ¿á cuánto ascenderá? ¿Queréis venderla? Os pregunto que cuánto vale esa joya.

Abrióle, y lo primero que halló en él escrito, como en borrador, aunque de muy buena letra, fue un soneto, que, leyéndole alto porque Sancho también lo oyese, vio que decía desta manera: O le falta al Amor conocimiento, o le sobra crueldad, o no es mi pena igual a la ocasión que me condena al género más duro de tormento. Pero si Amor es dios, es argumento que nada ignora, y es razón muy buena

Y tomando Salvador el libro, abrióle al azar y leyó: «Si me oyeres y siguieres mi voz podrás gozar de mucha paz.... Mi paz está entre los humildes y mansos de corazón....»

Entonces, aprovechando del vocerío que suscitaron aquellas palabras de don Enrique, un padre carmelita refirió en voz baja a Ramiro que, no hacía mucho, temiendo que se llevasen nuevamente de rondón el cuerpo milagroso, una hermana lega del convento de Alba de Tormes, en medio de una noche de tempestad, habíase dirigido al sepulcro de la madre Teresa, y descubriendo el cadáver, abriole el pecho con un filoso cuchillo, metió la mano por la herida y arrancó el corazón.

Libro Tercero: Capítulo I: De lo que le sucedió en la Corte luego que llegó hasta que amaneció. Entramos en la Corte a las diez de la mañana; fuímonos a apear, de conformidad, en casa de los amigos de don Toribio. Llegó a la puerta; llamó; abrióle una vejezuela muy pobremente abrigada, rostro cáscara de nuez, mordiscada de facciones, cargada de espaldas y de años.

A este tiempo, llamaron a la puerta, y, preguntando quién llamaba, respondió Sancho Panza que él era; y, apenas le hubo conocido el ama, cuando corrió a esconderse por no verle: tanto le aborrecía. Abrióle la sobrina, salió a recebirle con los brazos abiertos su señor don Quijote, y encerráronse los dos en su aposento, donde tuvieron otro coloquio, que no le hace ventaja el pasado.

Y ántes que llegasen al pueblo, dos tiros de arcabuz, estaba poblado un pueblo pequeño, en el cual pueblo habia coca y ají; y la mujer de Ayar Oche, el que se perdió en la cueva, llamada Mama Guaco, dió á un indio de los deste pueblo de coca un golpe con unos ayllos y matóle y abrióle de pronto y sacóle los bofes y el corazon, y á vista de los demás del pueblo, hinchó los bofes soplándolos; y visto por los indios del pueblo aquel caso, tuvieron gran temor, é con el miedo que habian tomado, luego en aquella hora se fueron huyendo al valle que llaman el dia de hoy Gualla, de donde han procedido los indios que el dia de hoy benefician la coca de Gualla.

Así es la verdad dijo la gitana ; y de qué criatura sean lo dice ese escrito que está en ese papel doblado. Abrióle con priesa el Corregidor, y leyó que decía: "Llamábase la niña doña Costanza de Azevedo y de Meneses; su madre, doña Guiomar de Meneses, y su padre, don Fernando de Azevedo, caballero del hábito de Calatrava.