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El primero, a quien ella trataba con toda la deferencia respetuosa debida a los más simples curas en las casas de los más orgullosos representantes de la aristocracia, era un hombre gordo, borroso y linfático, sin vigor físico ni moral, cuidadoso ante todo de su reposo, que trataba de vivir bien entre el antiguo y el nuevo señor, es decir, entre el castellano y el alcalde de Candore, y que a fuerza de repetir «Bienaventurados los mansos», no veía otra cosa en el Evangelio.

También ha visitado la América, donde hay unos salvajes muy mansos que agasajan a los viajeros, y donde los ríos, grandísimos como todo lo de aquel país, se precipitan desde lo alto de una roca formando lo que llaman cataratas, es decir, un salto de agua como si medio mar se arrojase sobre el otro medio, formando mundos de espuma y un ruido que se oye a muchísimas leguas de distancia.

Muy mansos..., como corderos.... No se me han opuesto de frente a nada. Pero habrán hecho de lado cuanto se les antoje.... Mire usted, don Julián, a veces me dan ganas de empapillarle a usted. Lo mismito que a los pichones. Julián replicó todo compungido: Señorito, acierta usted de medio a medio. No hay forma de conseguir nada aquí si Primitivo se opone.

Detrás había una huertecita en declive con hortaliza y frutales: después de la huerta un bosque, también en declive, perteneciente a los mansos de la parroquia y denominado la Mata. No era una mata en la acepción verdadera de la palabra, sino un bosquecillo formado de árboles de distintas clases, plantados por el antecesor del actual párroco, y que no contarían de existencia más de cuarenta años.

Ya sabe usted que hasta se están vendiendo los mansos de las parroquias... ¿Y cómo está usted ahora aquí, en la aldea? A pesar de todo cuento, Dios mediante, cantar misa de aquí a dos años... Ea, bajémonos un poco a estirar las piernas y a tomar un piscolabis... ¿No quiere usted echar un cuarterón o una copita, D. Andrés?

Están ensillando caballos para ustedes; yo mandé ensillar el malacara de la niña Lola para don Ricardo, que le había prometido, y para usted un overito de la nena, que es una malva. ¿No quiere un mate?... ¿Dulce? ¿Usted también toma dulce?... le daremos con azúcar. ¿Vamos para allá?... Bueno, ¿y no me desconocerán los perros? Son mansos, no tenga reparo.

No tuvo lugar de responder el vaquero, ni don Quijote le tuvo de desviarse, aunque quisiera; y así, el tropel de los toros bravos y el de los mansos cabestros, con la multitud de los vaqueros y otras gentes que a encerrar los llevaban a un lugar donde otro día habían de correrse, pasaron sobre don Quijote, y sobre Sancho, Rocinante y el rucio, dando con todos ellos en tierra, echándole a rodar por el suelo.

Bienaventurados los Trištes: porque ellos recibirán conšolacion. Bienaventurados los Manšos: porque ellos recibirán la tierra por heredád. Bienaventurados losque tienen hambre y šed de jušticia: porque ellos šerán hartos. Bienaventurados los Mišericordiošos: porque ellos alcançarán mišericordia. Bienaventurados los de limpio coraçon: porque ellos verán

Eran su orgullo. Después de las mujeres venales, el Marquesito adoraba los animales mansos, sobre todo perros y caballos. Lo de convidar al Magistral había sido un complot entre Quintanar, Paco y Visitación. La idea se debía a la del Banco. Era una broma que quería darle a Mesía; quería ver al confesor y al diablo, al tentador, uno en frente de otro.

Su progenie sacerdotal no estaba entre los mansos de corazón, sino entre aquellos clérigos que imaginaron abrirse las puertas del cielo con el hacha de combatir moros. Su fervor religioso tenía asomos de entusiasmo bélico.