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En la mancha de sol que proyectaba el hueco de la puerta sobre las baldosas, se marcó la sombra de una mujer. Era una hortelana pobremente vestida. Parecía joven, pero su cara pálida y flácida como de papel marcando los salientes y cavidades de su cráneo, los ojos hundidos y mates y las mechas de cabello sucio que se escapaban por bajo el anudado pañuelo, dábanla aspecto de enfermedad y miseria.

Imprimiéronsele estas razones en el corazón; murió el pobre mozo; enterrámosle muy pobremente, por ser forastero, y quedamos todos asombrados. Divulgóse por el pueblo el caso atroz; llegó a oídos de don Alonso Coronel, y como no tenía otro hijo, desengañóse de las crueldades de Cabra, y comenzó a dar más crédito a las razones de dos sombras, que ya estábamos reducidos a tan miserable estado.

Pidiósela un día un clérigo, pobremente vestido, y Lope se despojó de sus ropas y se las dió, así como su sombrero, viéndose obligado á ir con la cabeza descubierta, no teniendo otro á mano para reemplazarlo. Su piedad era tan ferviente como sincera.

Entre la gentuza que vivía alrededor del gigante se mostraban de tarde en tarde algunos de estos seres pobremente vestidos, pero que ostentaban el mismo indumento de los hombres de clase superior, para indicar que no pertenecían al rebaño de los esclavos aprovechados como máquinas de fuerza.

Estuvo éste tan lejos de sentirse de aquel desmán de su discípulo, que antes, alegrándose sumamente, le dió muchos abrazos y agradecimientos á su injuriador, de lo cual él no poco se compungió, y fué en adelante perpetuo panegirista de sus virtudes. El vestido que usaba era tan vil y despreciable, y la sotana tan pobre y remendada, que el mendigo más miserable no pudiera vestir más pobremente.

Iba vestido pobremente, pero muchas veces lucía en sus dedos sortijas femeniles, y para sonarse sacaba de las profundidades de su blusa un pañuelito de batista, pequeño, con ricas blondas y gran cifra, que aún exhalaba débil perfume. Se encargaba durante la semana él solo de barrer el inmenso circo, graderíos y palcos, sin quejarse de lo abrumador de este trabajo.

El barón se fijó desde luego en el joven de rubios cabellos é inteligente rostro, que observaba atentamente el castillo y sus alrededores. Iba á su derecha un gigante pobremente vestido, que por lo estrechos y cortos que le venían sus arreos decían bien claro no haber sido cortados para él.

Casi sonrió de lástima al darse cuenta del enorme engaño que representaba el tocado de aquella vagabunda. Vista á cierta distancia, era una mujer pobremente vestida, pero con cierta pretenciosidad que podía engañar á los hombres humildes ó á los imaginativos, dispuestos á creer en la elegancia de toda hembra que se fije en ellos. Contemplada de cerca, resultaba grotesca.

El chino, sin mirarlo, vio que estaba casi vacío; sin escudriñar el aposento, observó que estaba pobremente amueblado, y sin apartar su vista del techo, notó que la señora y Carolina vestían con la mayor pobreza. No obstante, debo confesar que los largos dedos de Ah-Fe apretaron de firme el medio peso que aquélla le alargó.

Cuando se dice, por ejemplo, el hombre de bien está arrinconado y desatendido y vive pobremente, y tal bribón habita en un palacio y da fiestas espléndidas; la mujer honrada anda a pie por esas calles, llenándose de lodo, y tal manceba va con sedas, encajes y joyas, en un soberbio coche; cuando esto se dice, repito, yo no puedo menos de reírme en vez de conmoverme.