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Murmuró algunas frases incoherentes, pero Obdulia continuó sin hacer caso de él: Yo de teología sólo que los sacerdotes están obligados a tener oración, y que el alabarse de no rezar es más propio de impíos que de ministros del Señor. Lo dijo con calma y naturalidad que hicieron más incisivo y profundo el arañazo.

La contorsión del dolor, la muerte, todo resbalaba sobre ellos sin el menor arañazo, sin producir la más leve turbación. La monja, después de hablar con el médico, miró a Maltrana con cierta curiosidad. Su olfato de experta conocedora de la vida adivinaba a la pareja ilegal, al amor rebelde, que desprecia los convencionalismos sociales.

, está reluciente como la aurora. ¡Por la cabeza de Hércules! No tiene ni un solo arañazo en la cara. ¿Cómo es eso, Pablo? Desde el primer momento sintió por un profundo afecto, como si yo fuera su marido. Cuando cargué con ella, pareció sentirse muy feliz, y se abrazó a mi cuello con tanta fuerza, que por poco me ahoga. Tiene las manos finas, pero extremadamente fuertes. ¡Vaya una suerte!

Tal vez algún día, con más vergüenza que aquellas infelices, tendría que tender la mano a las gentes, sintiendo calor en el rostro y en el estómago el cruel arañazo del hambre. Y como para sellar su pacto con la desgracia futura, cogió entre sus manos las desmelenadas cabecitas, besándolas en las sucias mejillas, en los labios cubiertos de costras.

Los peces voladores saltaban por enjambres, se abrían en grandes abanicos de plata y rosa, volando lejos, muy lejos, en vistoso chisporroteo, arando la superficie con el arañazo de sus colas, hasta que, fatigados, volvían a sumirse en la profundidad. Cuando la proa quedaba dormida por algunos minutos, el buque parecía inmóvil, clavado en el mismo sitio.

Vamos a ver si te callas, Golondrina; no hay que gritar tanto por un arañazo, dijo uno de los hombres soltando una brutal carcajada. Despachemos antes que pase gente por la carretera, añadió el otro hombre. ¿Qué haremos de esta mujer? preguntó el que tenía sujeta a Polonia. Atarle las manos a la espalda, ponerle una mordaza y dejarla para que vaya a contarle a su amo lo que voy a decirle.

Se llevó su diestra dolorida á la altura de los ojos. Uno de sus dedos sangraba. Tal vez se había enganchado en los pendientes de ella; tal vez se había rasgado en un alfiler perdido en su pecho. Chupó la sangre del profundo arañazo y luego olvidó esta herida, para seguir contemplando el cuerpo tendido á sus pies. Poco á poco se habituó á la luz difusa de la habitación.

Habrá libertad, libertades... Esta falta de respeto, esta manera de hablar de Su Majestad enfadó tanto a la dama, que estuvo a punto de dar al traste con toda su circunspección y llegarse a la infame y decirle: «Para que aprendas a hablar como se debe, toma este arañazo...». Contentose con dos o tres monosílabos de reprobación. Su cara estaba ya como un pimiento.

¡Vivo!... qué inmensa felicidad! No me han matado, ni me han herido ni me han dado un arañazo... ni siquiera se han atrevido á tirotear el tren. Hablando con toda franqueza, me alegro de que no me hayan causado el más leve daño; pero eso de no detener la locomotora me tiene desconsolado.

Sólo la convicción del fracaso; la tristeza de haber creído en una dicha que él mismo se forjaba engañándose, y un profundo desgarrón en su dignidad, el arañazo del ridículo en que había vivido durante varios años, que él creía los mejores de su existencia. Vagó todo el día por Biarritz como un sonámbulo.