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Señá Benina, he llegado a tal extremidad de miseria y humillación, que aceptarla la peseta, , señora, la aceptaría, olvidándome de quién soy y de mi dignidad, etc... pero ¿cómo quiere usted que yo reciba ese anticipo, sabiendo, como , que usted pide limosna para atender a su señora? No puedo, no... Mi conciencia se subleva... Déjese de sublevaciones, que no somos aquí de tropa.

Tengo para , como cosa evidente, que la zarzuela es una mezcla impura y hasta repugnante para toda persona que tenga la emocion del arte verdadero; pero si la zarzuela ha de hacer en España lo que el vaudeville ha hecho en Francia; si consideramos en ella un medio que ha de conducirnos á la posesion del verdadero arte, tenemos que aceptarla como una elaboracion nacional que ha derribado una antigua taberna, para levantar un nuevo coliseo; una elaboracion que representa ya una gran suma de intereses y de profesiones; una influencia poderosa que comunicará á la muchedumbre un gusto transitorio, el cual la empujará hácia el gusto definitivo: esto es, hácia la ópera española.

Fernando convidó al médico a comer, y las señoras asintieron a la invitación con tan buena voluntad, que Salvador no pudo evadirse de aceptarla, aunque estuviese muy disgustado allí. No era experto en artes de coquetería femenil, y los manejos astutos de Narcisa le ponían nervioso.

Según mi opinión, hay que vencer dos obstáculos para llegar a nuestro fin: primero, el punto de honor de la palabra empeñada que liga a Fabrice... ¿No podría devolverle esa palabra y en términos tales que él consintiese en aceptarla? Estoy pronto... pero... ¿Teme que rehuse? Lo temo... sin embargo, voy a intentarlo, y con toda sinceridad, según va usted a verlo.

A Isidora no le hacía maldita gracia la compañía; pero las circunstancias, ¡ay!, con su abrumadora lógica, la obligaron a aceptarla. Hallábase en las unas de su insidioso prestamista, y no podía evadirse. Fue víctima de una emboscada, formada en las traidoras sombras de la miseria; cayó en una trampa de infame dinero, armada con el cebo de la vanidad.

Altísimo era el concepto en que tenía él la sagrada dignidad de su persona. ¿Cómo sufrir, pues, el oprobio de caer vivo entre las manos inmundas de aquel vil populacho? Inevitable era la muerte y convenía aceptarla con valor y recibirla cuanto antes. Los clamores de la turba, que oía cerca de , se diría que le excitaban a tomar la tremenda resolución.

Elena le tomó ambas manos, murmurando palabras de agradecimiento. Torrebianca, aunque conmovido por esta generosidad, insistía en no aceptarla; pero el español cortó sus protestas. Vine á París con dinero para seis meses, y me iré á las cuatro semanas; eso es todo.

Algunas veces... sin duda murmuró la vizcondesa , esa idea ha pasado por mi cabeza... Pero, ¿cómo aceptarla?... ¿Cómo suponer que una decepción, por amarga que ella sea, haga caer a un hombre...? Titubeó un momento. ¡Tan bajo!... dijo Pierrepont, terminando la frase . ¡Pero, por Dios, señora, usted ha sido mi confidente... en esa terrible hora de mi vida!

El público creía también que la joven concluiría por aceptarla, tanto por los términos poéticos en que iba expuesta, como por los quinientos reales mensuales que había comenzado a devengar el invitador. Venía después otro del maestro de la villa, don Jerónimo de la Fuente, que era una seria y violenta impugnación de las tres famosas leyes de Kepler sobre la mecánica celeste.

El rubor tino las mejillas de don Paco al ir a aceptarla; pero no fue tan descortés ni tan abstinente que no la aceptase, la agradeciese y aun se aprovechase de ella, compitiendo en apetito con los boyeros. Sin querer le avergonzaron también por otro estilo con su leal franqueza.