United States or Liechtenstein ? Vote for the TOP Country of the Week !


¡Mátame! ¡Seré suya hasta la tumba! ¡Cállate, o te mato! ¡Hasta la tumba! No hay uno solo de mis pensamientos, ni un latido de mi corazón, ni un movimiento de mi alma, ni una fibra de mis carnes, que no sea suya... Yo alcé el arma. La mirada fulguraba, su voz cantaba: En la vida, hasta más allá de la muerte, de él solo... El tiro partió...

Doña Blanca se incorporó en la cama; miró con ojos extraviados á Lucía y á Clara y al fraile, y habló de esta manera: ¡Vete, Valentín! ¿Por qué quieres matarme con tu presencia? Mátame con un puñal... con una pistola.

Cuando vean mis ojos quebrados, cuando toquen mi mano seca y fría como el mármol... MANRIQUE. ¡No me atormentéis, por piedad! AZUCENA. ¿Oyes? ¿Oyes ese ruido? Mátame... pronto, para que no me lleven a la hoguera. ¿Sabes qué tormento es el fuego? MANRIQUE. ¿Y tendrán valor? AZUCENA. ; lo tuvieron para mi madre; debe ser horroroso ese tormento...¡La hoguera!

Sosiégate; tu marido está fuera... Idos, muchachas añadió, dirigiéndose á las dos amigas. Dejadme solo con la enferma, á ver si logro que se sosiegue. Clara y Lucía, como si estuviesen allí clavadas, no se movieron. Doña Blanca prosiguió: Ten valor y mátame. Tu honra lo exige. Es necesario que mates también al Comendador. Está condenado. Se irá al infierno y me llevará consigo.

Mátame primero. ¡Mira que tengo mucho miedo! ¡A la cueva no, que me comen los ratones! Los criados salieron al pasillo y presenciaban mudos y graves aquella escena. Los gritos de la niña se fueron perdiendo en la oscura y tortuosa escalera que conducía al sótano. Amalia abrió la puerta de la terrible cueva y empujó a su hija hacia el interior.

La marquesa no hablaba con ella más que lo preciso, sin usar jamás frase cariñosa ni vocablo atento. La buena señora recordaba, como se recuerda la impresión de una quemadura, estas palabras de fuego dichas por su hija el día antes de caer enferma: «Mamá, mátame con cuchillo; no me mates con tus miradas».

Injúriame, hiéreme, mátame: no me defiendo. El martirio no me arredra. Mi voluntad, de Dios abajo, nadie la mueve. Y si acaso mi voluntad quedase aniquilada por la muerte, la idea que sustento siempre quedará viva, triunfante... MÁXIMO. No veo, no puedo ver ideas grandes en quien no tiene grandeza, en quien no tiene piedad, ni ternura, ni compasión. PANTOJA. Mis fines son muy altos.

Se alzó de la silla y, acercando su rostro al de la joven, le dijo con frase lenta y amenazadora: ¿Sabes, chiquilla, que ya me voy atufando, y que si llegas á sacarme de mis casillas habrá que sentir? Lo sentiré por última vez, te lo juro. Pégame, mátame... aprovéchate ahora, porque en cuanto ponga el pie en la calle se concluyó todo. El guapo la miró fijamente y en silencio.

Cuando exclamaba ella, casi rendida ya á mi voluntad, cayendo entre mis brazos, doblándose quebrantada al toque de mis labios, recibiendo mis besos y mis caricias, cediendo á un impulso irresistible, y no obstante luchando: "¡Dios mío, mátame antes que caiga de tu gracia! ¡Prefiero morir á pecar!;" cuando decía esto, que hoy ha repetido á propósito de su hija, no me inspiraba compasión, no me apartaba de mi mal propósito; antes bien era espuela con que aguijoneaba mi desbocado apetito. ¡Cuán hermosa me parecía entonces, al pronunciar, con voz entrecortada por los sollozos, aquellas palabras, á las cuales yo no prestaba sino un vago sentido poético, y en cuya verdad profunda yo no creía!

53 Mas una mujer dejó caer un pedazo de una rueda de molino sobre la cabeza de Abimelec, y le quebró los cascos. 54 Y luego él llamó a su escudero, y le dijo: Saca tu espada y mátame, para que no se diga de : Una mujer lo mató. Y su escudero le atravesó, y murió. 55 Y cuando los israelitas vieron muerto a Abimelec, se fueron cada uno a su casa.