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Hallose Francisco de Rivalta, cuando se perdió en las oscuras y revueltas callejuelas don Baltasar de Peralta, a mucha distancia del lugar de la tragedia, y vino sobre , y pensó en lo que le acontecía, y vio que si a la justicia daba parte, y por ello pruebas de haberse hallado en el lance, le prenderían, y prendiéndole le impedirían el tomar venganza y justicia, como el quería tomarla por su mano, de don Baltasar de Peralta; y fuese para su casa, entrando en ella recatadamente, como había salido con mi padre, por un postigo.

De esta suerte i tan recatadamente escribieron los judíos ocultos en España á los que estaban en los reinos estraños, dándoles cuenta de las persecuciones i demás castigos que esperimentaban de parte del tribunal del Santo Oficio, á quien aborrecian de muerte, así por sus tiranías presentes, como por haber sido quien mas trabajó para que los hebreos saliesen espulsos de España, no obstante la opinion de aquellos que imaginan que los Reyes Católicos no fueron guiados por la codicia al dictar semejante providencia sino por el santo celo de conseguir en España la unidad religiosa.

»En efecto, cuatro meses después se trasladó de noche, muy tarde y muy recatadamente, á casa de nuestro hermano, en una litera, una dama tapada, acompañada de un caballero cuidadosamente encubierto, y algunas horas después, á obscuras, asistida por una partera, que creía asistir á Genoveva, dió á luz aquella dama á nuestro pobre Juan.

Ello ha de ser a media noche, en la propia habitación de doña Eulalia, a donde hemos de acudir, recatadamente y sin que doña Eulalia ni nadie se entere, el padre de ella, desarmado para evitar un funesto rapto de ira, vuestra reverencia con sus exorcismos y yo pertrechado de mi ciencia duendina. Tengo la más perfecta seguridad de que todo tendrá allí desenlace dichoso.

Pensó en que el término dichoso, honesto y santo de la educación que a Arturito había dado, era casarle con la más linda señorita que hubiese en Río de Janeiro, cristiana y recatadamente educada, bonita y amable y de distinguida familia, en quien Arturito hallase una compañera digna y fiel y lograse dar a su padre el Sr.

Observando con malicia, los esposos notaron que Relimpio salía y entraba con frecuencia, como si trajera y llevara recados, y que padrino y ahijada cambiaban recatadamente palabras breves y cautelosas.

Entre tanto, el joven Isidoro fue tan audaz que se aventuró a venir a visitarla, no ya recatadamente, sino en elegantísima victoria, tirada por dos soberbios trotones rusos, con la cual llegó hasta la puerta del castillo, subió las escaleras, y se empeñó en entrar a ver a la joven condesa. Por fortuna se opuso el aya que le recibió en la antesala. Isidoro dejó tarjeta y se retiró mal contento.

Habéis creído mal... yo no podía casarme con vos; yo no podía daros esa suma de encantos, de nobleza, de dignidad que os ha dado vuestra esposa; yo era, yo soy una mujer perdida para el amor; lo he conocido al conoceros... al amaros he comprendido que no debía ser para vos lo que he sido para otros... quería ser más... quería ser... vuestra hermana... vuestra hermana del corazón... oíd... no vendréis á mi casa... no... eso se sabría... creerían que yo era vuestra querida... lo sabría vuestra esposa, porque conoce á muchas gentes, y entre esas gentes, que son como todas, las hay sin duda que se gozan en la desgracia ajena... esto es odioso, pero es verdad; por recatadamente que viniérais á verme, alguien os vería... ya lo creo... os sentirían mis criados... y mis criados... lo dirían, porque los criados lo dicen todo... no, no debéis, no podéis venir á mi casa, porque no podéis, no debéis herir el corazón de vuestra esposa.

Susana y Quilito se veían en Palermo, cambiaban una mirada y una sonrisa al cruzar rápido de ambos carruajes, recatadamente, a causa del Argos de la madre o de Angelita, que las cazaba al vuelo, y como era tan chismosilla y enredista, había que cuidarse de ella; luego, en el teatro, algunas veces, muy pocas, porque misia Gregoria, contrariamente a lo que antes predicaba en punto a encerronas, decía ahora que las niñas bien educadas no deben andar de ceca en meca, mostrándose con descaro en todos los sitios, como mercancía puesta a la venta.

Algo menos preocupado por sus tristes memorias, renovadas en su espíritu con tanto brío, Morsamor acabó por prepararlo todo, y al fin salió recatadamente de Goa, acompañado de su tropa y sirviéndole de guía los fingidos fakires por las más solitarias veredas.